Hola a tod@s!
Estoy en crisis, ¡vaya noticia! ¿Quién no lo está? Pero mi crisis es diferente, tiene una manifestación clara, evidente, líquida y transparente. No encuentro un puñetero libro que me seduzca. Ya he probado de todo, en la FNAC me ponen la alfombra roja cuando entro, se encienden las alarmas y hasta me saludan por mi nombre los chicos de la caja. Pero no hay manera de que un libro me atrape… tengo una montaña de cadáveres sobre mi mesa de noche, libros que he comenzado y decidido dejar luego de varios intentos infructuosos. Me he ido al esnobismo francés, a los clásicos norteamericanos, he paseado por la ciencia ficción mala y supuestamente buena, he comprado best sellers y worst también… pero nada. Estoy por pensar que no me gusta leer, que he perdido esa voracidad de antaño o simplemente que estoy en crisis. Me decanto por lo último… días difíciles estos que ando viviendo. En uno de esos libros-cadáveres leí que esperamos de la vida lo que no es la vida y debe ser cierto. La misma impresión tuve cuando vi “Regreso a Ítaca”, la película coral a lo francés, dirigida por un gabacho pero con esencia cubana. La misma donde la basura de cada uno se esparce en el encuentro esperado y sucedido muchos años después. ¿Qué es esta puesta escena sin ensayo general? Me temo que cuando nos percatamos que no hay otra oportunidad, la vida se fue. Pero también me temo que esto no lo aprendemos. Mientras tanto todo continúa, como si nada pasará, sin percatarse que uno anda todo “crisoso” y me invento el término porque si no me lo invento hoy quizá no recuerde hacerlo mañana.
Y yo, me dejo llevar… busqué en la “nueva-Blade Runner” una razón para la diferencia y sólo encontré la nostalgia de aquella juventud con amigos, hoy dispersos, concentrados en un cine de Matanzas para ver llover en Los Ángeles del futuro. También busqué razones para el montaje de “Carmen” de la Compañía Nacional de Danza y concluí que cuando no tienes nada que aportar mejor quedarse callado. Pero no todo es horrible, el Real apostó por “La Traviata” y allí estuve para disfrutar de Violeta y su amor incombustible, ese que se nos ha metido en la cabeza, no existe, pero hay que buscar. También disfruté cual enano del último capítulo de “El Ministerio del Tiempo” donde me enamoró Lorca y odié a Dalí. Dije adiós en silencio a Grass y Galeano que desde sus antípodas se despidieron a la vez de esto que llaman vida terrenal. Bailé con Luz Casal en un concierto que me tomó por sorpresa, me vi en la pantalla pequeña en ese talent show que odian y aman y se llama MasterChef. Supe que Rato dará para mucho Rato. Le compré una rosa amarilla a mami. Y sigo preguntándome ¿Dónde está todo el mundo? No me creo eso de la soledad en el universo.
Os quiero,
Ed.