viernes, 27 de diciembre de 2019

Viernes... último del año y de la década.

Hola a tod@s! 
Un amigo reciente, de esos que tiene pinta de quedarse, me hizo ver que hoy no sólo es el último viernes del año, también lo es de la década. 
Prácticamente salgo ahora de trabajar, con un abductor adolorido y maquinando cómo debo planificar la semana venidera. Mas lo especial del día merece unos minutos para un Viernes, de los míos, esos que escribo y difundo desde 1996. ¿Qué contar, resumir, alegar? 
Ha sido un año interesante, cumplí medio siglo y debo admitir que aún no me marean las vueltas al Sol. Publiqué mi primer libro que, a pesar del tema, el título, mi desconocimiento inmenso del cosmos editorial y los aireados ofendidos, se ha vendido con medido éxito y, lo importante, algunas puertas se han abierto para el conocimiento. En el laboratorio aprendimos un poco sobre cómo ocurre la metástasis, el “paper” original sigue en proceso de revisión editorial y ojalá 2020 sea el año en que aparezcan publicados esos datos que llevan rumbeando desde 2005… se dice pronto. Así es la ciencia, escuchad gestores que quieren el resultado ayer con la inversión de mañana… la que no ha llegado y, probablemente, nunca llegará. También supimos que la inmunoterapia se puede extrapolar a la sepsis. En otras palabras, lo que vale para el cáncer sirve para tratar las infecciones que matan y matan, aunque no salgan en los telediarios. No nos quedamos aquí, al fin ha respirado el aire de internet un trabajito, por ahora menor, que algún día dará alegrías en los trasplantes… buscadlo, merece la pena. Mientras tanto, el planeta (otrora azul) se va tiñendo con otros tonos, una joven sueca vocifera algunas verdades, vienen los mayores para taparle la boca, ofenderse, destapar sus patrocinadores reales y ficticios, mandarla a la escuela, decir que sólo los científicos deben hablar… Total, jamás nos han escuchado. En fin, por ese camino hasta el mar. Yo intento reducir mi huella y admito que la he aumentado con los viajes transoceánicos… mea culpa, no soy perfecto. Quizá por eso no he querido ser político, por aquello de no ser perfecto. De un tiempo para acá esa raza de Homo sapiens, hablo de los políticos, necesitan la inexistente pero exigida perfección. Antes de seguir, solicito que conste en acta que esto no es una oda poética a la especie referida, es simplemente una descripción de la situación actual. Estas personas, imperfectas como todas, han de mostrarse sin asperezas en sus aristas, desprovistas de impurezas en el pasado, el presente y el futuro lejano, deben profesar amor eterno y curiosidad desaforada por su entorno, los países europeos, la lejana Asia y los exoplanetas. A ellos no se les perdona un error gramatical, una salida de tono ni siquiera en Navidad con un pariente insoportable, no pueden meter la pata, ni mucho menos pensar diferente de cómo lo hacían en su pubertad… No, no, definitivamente no podría, porque simplemente no soy perfecto, soy un bocazas y mando lejos a quien lo merece, tengo un pasado y hasta tres, he cambiado de opinión al madurar alguna idea y percatarme del error, me interesan miles de cosas, pero otras no… y, sobre todo, escapé de la Isla Metafórica para decir lo que pensaba en todo momento. Tengo buenísimos amigos en la política, gente íntegra y de gran valía, pero yo estoy hecho de otra pasta. Además, ahora que el juego va de pactos, no me veo estrechando manos, por un lado, a quienes dicen que Cuba es una democracia o Venezuela es un ejemplo a seguir y por otro a los que niegan el cambio climático, me quieren en un armario o levantan muros. Por cierto el nacionalismo, con independencia del color, es el paso previo al cacareado fascismo. El primero te dice que la nación es única, el segundo aprieta un poco la tuerca y asegura que la nación es suprema… por ahí van los tiros. Pero ya acaba el año y mi mesa se llena de cosas pendientes: dos “papers” a punto de enviarse, una tesis doctoral para corregir, un libro que aún no tiene punto final y ANAYA quiere publicarme en marzo, un examen de idioma que he pospuesto… 
¿Qué hago escribiendo un Viernes? Definitivamente alguien desde Miami tiene la culpa, me hizo ver que hoy no sólo es el último viernes del año, también lo es de la década. 
Os quiero, 
Ed.
(foto de Luis Saguar)

viernes, 13 de diciembre de 2019

Viernes... para ti y para mi mago

Hola a tod@s! 
Hoy alguien cumple cuatro décadas, alguien especial que aterrizó en mi vida hace cuatro años. Un mago capaz de convertir la ilusión en canto, la tristeza en optimismo y el despropósito en banco… pero ese alguien es tímido, poco dado a las luces, arisco a los focos. Por ello simplemente le digo: felicidades mago y, una vez más, gracias por tu encanto. 
Entonces he de cambiar de cuerda y acercarme a ese resumen que todos hacemos cuando el año va cerrando. Doce meses de metamorfosis con libro primero en la calle, dos proyectos tocando su fin y choques miles con la idiotez profunda que habita en cada uno de los seres humanos… no me salvo. Un sin parar con viajes largos, amigos nuevos, fotos viejas y más relatos… así describo mi año. Pero el planeta, ese viejo aliado que se desgasta sin escuchar los cuentos y burlas de quienes niegan lo palpable, llamase Vox, Trump, Bolsanaro y acompañantes, está agonizando. Él no es de izquierdas, no conoce el centro, ni entiende de derechas centradas, alejadas o rancias. Es el momento en que digo, gracias Greta, por esos símbolos, ese empuje, ese temple al soportar la imbecilidad humana de la que tampoco me salvo. Ahora muchos me escribirán improperios o lo pensarán que da lo mismo… a veces soy el gran científico, sólo a veces, cuando no digo lo que se quiere escuchar, soy el imbécil ciego que no se percata de la barbarie sueca y sus patrocinadores millonarios… esos financiadores ocultos del discurso que, oh sacrilegio, miles de entendidos investigadores llevamos diciendo hace años, pero simplemente nadie nos hace caso. Esa chica que no niña ha movido fibras, ha puesto dedos en llagas… ¿por qué la defenestras? No respondas… no tienes motivos más allá de que no concuerda con el libro político que te has creado. Es aquí el preciso instante en que soy púrpura y he de morir asado en la hoguera para comunistas impíos que desean la vuelta de Stalin y todos sus santos. Pero paso la página, hablo de locuras separatistas y nacionalismos absurdos, me posiciono contra las disgregaciones, los muros, las divisiones y pierdo el color rojo, me destiño, me pintan de azul, de musgo… me echan a los perros, el resto calla. Acto seguido empatizo con el feminismo, entiendo la bronca de quienes han sostenido el eterno segundo plano, vuelven otros perros, ladran fuerte, me señalan y acusan de fidelista empedernido, clasifico como trapo sucio, útil para fregar mugrientos baños. ¿Entonces quién soy? ¿Cuál es mi color? Tengo neuronas, las uso y un discurso lo evalúo sin importarme el bando. 
Mago, pongo un punto y a ti voy para gozar del día con todo encanto.