viernes, 17 de junio de 2016

Viernes...

Hola a tod@s! 
 Me encantaría poder hablar hoy de células que vienen y van, de exoplanetas parecidos a la Tierra, de la ópera que más veces me hizo consultar el reloj a pesar de su exquisitez, también ¿por qué no? de “Cómo está Madriz” esa no-zarzuela inspirada en el género chico que hace furor en la capital y con la que me divertí a mares… me gustaría contar mi fin de semana en Valencia, ciudad agradable que alberga a dos amigos queridos de siempre y un impresentable, también amigo, que no pudo hacerme hueco para un té, ¿será porque no bebo café? Tenía incluso pensado un Viernes teórico, con análisis profundo, sobre la presencia e influencia del científico en la sociedad española. Sé que os debo, desde hace mucho, otro Viernes sobre una teoría personal, demasiado personal, del cáncer y la evolución de las especies. Mas nada de eso será posible. ¿Cómo abstraerse si un día te levantas y lees que varias decenas de homosexuales han sido baleados en una discoteca de Orlando? ¿Cómo seguir hablando de otra cosa si ayer una política británica, contraria al Brexit, terminó sus días también asesinada? ¿Cómo seguir indiferente a otras tantas masacres que, por estar lejos, se nos enfrían en la pantalla del ordenador o la tele? Mafalda una vez dijo, “parad el mundo que me bajo”… ¡si la pequeña viera lo que está ocurriendo en los prolegómenos del siglo 21! Es difícil pensar que el ser humano es bueno.

Trato de analizar, despejar, quitar tanta paja confusa, destilar y vuelvo a empezar. Todas la veces el proceso me lleva a la misma conclusión… es el opio, alguien lo dijo ya hace mucho tiempo, el opio de todos los pueblos o lo que es lo mismo, la religión. Siento mucho decepcionar a gente buena que me sigue, amigos que me desean lo mejor, que rezan por las almas… pero la idea de un ser superior que te puede perdonar lo infame, que te marca un camino escrito cuando las estrellas y los hombres eran otros, que “te hace fuerte” frente al adversario real o imaginario, ha hecho mucho daño. Aquel que apretó el gatillo en la madrugada, bañando de sangre un sitio alegre, estaba seguro que actuaba en nombre de la corrección que dicta no sé cuál religión. El otro que al día siguiente salió en una iglesia, creo que Baptista, pidiendo que los gobiernos deberían fusilar a todos los homosexuales porque están en contra de la palabra de su dios, también piensa que una limpieza de está índole es mandato de su religión. La persona religiosa se cree superior al resto porque se considera protegida y sigue los mandamientos de un ser divino. Evidentemente estos son casos de radicalismo que, por suerte, hoy y en occidente no son mayoría. Pero en el pasado si lo fueron, y en el presente existen zonas donde si lo son. Muchos me dirán que profesan una religión, una fe y “toleran” al diferente… ¡Tolerar! De alguna manera la tolerancia implica una posición dominante. Un “pobre mío, no importa yo te tolero así como eres”. ¿Me sigo preguntando qué mecanismo molecular ha convencido al frecuente o la persona que tiene una fe que es superior por ese simple hecho? Esto es germen de muchas barbaridades. Es difícil cambiar las bases sobre las que nos apoyamos, da miedo sentirse solo frente a la inmensidad y los avatares de la existencia, es fácil buscar la protección de un “algo” intangible que, por ahora, nadie puede asegurar que vive entre nosotros. Pero se puede preguntar, analizar, escrudiñar… no creer la primera lectura, ni la segunda y llegar a la tercera luego de pensar en las dos primeras de manera crítica. Y si aún así, decidimos que un ser mayor está ahí para protegernos y guiarnos… pensad que el libro que escribió hace no sé cuanto años, con reglas y suspicacias de aquel entonces, poco o nada tiene que ver con el mundo de hoy, y si aún te gusta seguirlo y hacer de sus letras tu forma de vida, intenta dejar vivir en paz a quien se salga de sus cuadrículas… no es mucho lo que pido. 
Os quiero, 
Ed.