domingo, 28 de mayo de 2017

Viernes... variopinto, un domingo pre estival.

Hola a tod@s! 
No es viernes, pero me levanté con la necesidad de escribir un Viernes. ¿Qué más da si en realidad es domingo pre estival en Madrid, por supuesto? 
¿Pre estival dije? Nada de eso, el verano ya está aquí y lo sé porque en la Feria del Libro sudé lo no escrito buscando ese chollo que casi nunca aparece… terminé empapado, achicharrado, sediento, pero con la Poesía Completa de Lezama Lima bajo el brazo y también la ismaliña mirada de incomprensión al ver mi exagerado entusiasmo por un libraco lleno de versos. Siempre he pensado que el mundo de hoy, a diferencia del de ayer, carece de poesía, pero ese será tema, o no, para otro Viernes. Sigo… paseando por las casetas de la Feria me encontré, por segunda vez en menos de una semana, con unos ojos enormes que parecen ver la realidad de otra manera. Era Daína Chaviano que allí estaba para firmar sus “Extraños Testimonios”, un libro de cuentos deliciosos paridos en la Isla de las Metáforas hace mucho, pero mucho tiempo. Los cubanos ¿la recordáis? Daína fue una especie de musa-ventana hacia otros aires en mis años adolecentes. Leer su “Los Mundos que Amo” fue como respirar oxígeno limpio en una ciénaga de metano.
Hace unos pocos días pude hablar con ella, le hice la pregunta que guardaba desde mi Jovellanos asfixiante y obtuve la respuesta que tuvo que esperar años. Inmortalicé el momento en blanco y negro porque es como una memoria traída al futuro, a estos tiempos que corren sin mirar lo que deja en el camino. Tiempos en los que vuelve aparecer un fenómeno singular en el cielo y hablo de Tabby, la estrella que se “oscurece” sin explicación alguna. Resulta que en menos de 24 horas la traviesa Tabby se torna menos brillante en proporciones significativas. ¿Por qué? Y es entonces que la sombra de una megaestructura alienígena vuelve a sobrevolarnos. La historia comienza hace dos años, cuando la estrellita hizo la misma “gracieta” y se supuso que una “manada” de cometas ensombrecía el brillo Tabiano, el mismo que recuperó su esplendor una semana después. Pero ahora vuelve a ocurrir y a mí, digan los que digan, me gusta pensar que estamos frente a una armazón creada desde la inteligencia para aprovechar la energía de esta estrella y, como efecto secundario, alguna sombra que nos llega. Disculpadme, pero ser científico es dar crédito a la imaginación. Si así no fuera, pocas cosas tendríamos a nuestra disposición. ¿Acaso no es una locura el mundo cuántico? ¿Qué me comentáis del principio de incertidumbre, las partículas entrelazadas o la propia relatividad? Lo curioso es que todo lo que mencioné en la oración anterior fue imaginado con una maleta en mano. Una exposición en la Casa de Correos de Cibeles titulada Ciencia de Acogida lo trae a colación. La primera mitad del siglo XX fue un hervidero para la Física.
Todo se reformuló y la visión del universo cambió rotundamente. Pero esto se hizo con dos guerras mundiales por medio, un holocausto y mil trabas más. Einstein, Bohr, Born y otros muchos desarrollaron lo que hoy damos por cierto, saltando de una ciudad a otra, huyendo de una bomba, refugiándose lejos de sus orígenes… Debido a la permanente estupidez humana, los magnos tuvieron que pensar con una maleta en mano. Pero la historia a veces es mucho más retorcida y para ejemplo tenemos al gran Alan Turing, aquel que tuvo que soltar lastre, romper límites y auto-barreras para imaginar-crear una máquina que emula al cerebro. Un artefacto que ayudó a ganar la guerra contra el fascismo pero que no fue suficiente para admitirlo como persona. Su homosexualidad pesó más que la inteligencia y el servicio prestado a la humanidad. Por eso hoy tengo el placer inmenso de anunciaros que el premio Alan Turing de Innovación Científica de este año estará en mis manos en breve.
Os quiero, Ed.

sábado, 6 de mayo de 2017

Viernes...

Hola a tod@s! 
Un texto cada Viernes fue un pacto con el diablo y un exorcismo al mismo tiempo. El diablo me dio un cheque, probablemente envenenado, que me servía para aguantarme las ganas de colgar los guantes, el exorcismo era necesario. Mi Viernes pocas veces gustaron en el pasado, otras simplemente se quedaban en los buzones en forma de bits que nunca se desarrollaron en sonoras palabras. Luego llegó el blog y más tarde Facebook y Twiter. Entonces el cheque a veces funcionaba y a veces no. Sin embargo, el exorcismo siempre tuvo lugar. Hace un par de semanas dije que tiraba la toalla, pero no eran mis Viernes los que tiraba por una ventana, eso creo que nunca lo haré. La toalla está tirada y olvidada en alguna parte del camino… dejé atrás las ganas de cambiar a quien para asno nació, con el resto sigo la vereda, buscando la sombra que proporciona la sapiencia. 
Gante, Brujas, Bruselas, Castilla la Mancha, Galicia y… Madrid, por supuesto. Por ahí han ido mis pasos estos días. Un encuentro científico me llevó a Gante, ciudad hermosa que, medianamente, descubrí. Una noche mágica en Brujas pasé y en Bruselas un príncipe de pocos meses, gestado por subrogación, me enamoró. Luego vino La Mancha y allí nuevamente fue la ciencia, esta vez en castellano, la que me llevó. Más tarde a Santiago de Compostela fui para oponerme, científicamente hablando, a un Pope de las células madres. Y en Madrid, mi eterno Madrid, cambié las maletas, dormí poco y algunas cosas vi. Gante es un bullicio científico que se expresa en inglés gutural. Hablar de esas células que se polarizan y deciden el curso de una infección fue un placer que a medias disfruté. Como diría alguien que de mí cerca estuvo: “no me despojo del polvo de la dehesa”. Dos conferencias antes de la mía hablaban de un imposible que mis datos resolvían… pero, lo de haber nacido latino siempre arrastra y cosas como estas deben suceder para darnos cuenta, una vez más, que el talento está homogéneamente repartido… cuestión de desarrollarlo y darlo a conocer. La noche en la ciudad de los puentes, Brugges/Brujas, que nada tiene que ver con señoras volando en escobas fue, simplemente, mágica… pasear con algo de frío, pero no mucho, por sus calles fantasmas se antoja una delicia para la vista que no se logra inmortalizar con ningún objetivo. Más tarde en Bruselas cambiamos nuestros planes de salidas y paseos por tener en brazos a un ser adorable que ha venido al mundo, gracias a la gestación subrogada, para alegrar la vida de dos amigos que en Bélgica viven. Anoche una buena amiga que para Guatemala parte, me decía que el cuerpo de una mujer no se alquila y de acuerdo estoy, pero la felicidad de un acuerdo mutuo sin explotación mediada puede tener cabida en una sociedad donde atrás deje el modo patriarcal de convivencia. Cambiando de tercio… de tercio, perspectivas y paisajes; Castilla La Mancha me recibió para escuchar mi perolata sobre el papel de una molécula en la viabilidad de un paciente infectado con bacterias… tema sin gota de glamour que me apasiona y me hace pensar día sí y día también. Hace muchos años, trasladé una idea de este campo al cáncer, ahora hacemos el camino contrario, y es que en la naturaleza todo es armonía. Una concepto revolucionario que hace su agosto en las terapias contra el cáncer se puede aplicar en la infecciones bacterianas, lo que llamamos sepsis, y lo dejo ahí… no quiero que los pocos que esto leen dejen de hacerlo. Para el final, estuvo Santiago, no aquel Lorquiano, hablo del Compostelano. Allí me invitaron para hacerle la vida difícil a un científico insigne que hablaría de células madres. Lo llaman “Escola Fonseca” y consiste en un enfrentamiento didáctico y dialéctico entre dos científicos con espectadores, también científicos. Esta vez me tocaba oponerme a sus ideas… en septiembre seré yo el que exponga las mías y otro intentará bajarme el tono. Lo disfruté. Pero entre media de tanto lío estuvo Madrid, dos espectáculos de danza y una película sobre la vida de Stephan Zweig que recomiendo. El Teatro Real sirvió de sustento para el salto cuántico que la Compañía Nacional de Danza ha dado bailando al difícil Forsythe y, mientras tanto, el Teatro del Canal prestó sus tablas a los herederos de Béjart que triunfaron, una vez más, con el incombustible “Bólero” que un día concibiera Ravel. Lo de Zweig… siempre lo digo, su “El mundo de ayer” debería ser lectura obligada para todo europeo… y ya. ¿Estuve muy engolado Jorge? 
Os quiero, 
Ed.