sábado, 15 de noviembre de 2014

Viernes en el espacio

Hola a tod@s! 
Cierta vez un pintor amigo quiso halagar el trabajo de los científicos diciendo que los artistas sólo buscaban la belleza y nosotros la evitábamos en pos del razonamiento. Mi amigo erraba, la ciencia es poesía, versos que son ladrillos de la naturaleza. ¿Acaso no es bello encontrar la respuesta de aquello que tan celosamente está oculto? ¿Hay algo más perfecto que una demostración elegante? Hace poco fui a ver “Interestellar” una película que tiene todos los ingredientes para ser odiada por quienes nos gusta el cine. Imaginaros: La tierra en total declive, un grupo de científicos intenta salvarla, el salvador es Mattheew Mcconaughey. Con estas credenciales nadie me hubiese obligado a verla. Sin embargo, una escena vista en la red y una crítica americana leída despertaron mi interés…y lo agradezco. Al principio del siglo XX la física tomó la rienda de la ciencia y la teoría de la Relatividad dio un vuelco a todo el credo científico anterior. Unos años después apareció la Cuántica y entonces el mundo se hizo aún más incomprensible para el no versado a la par de más explicable para quienes lo intentan comprender. Los términos “agujero negro” y “agujero de gusano” son populares, miles historias fantásticas han sido paridas usando los meandros einstianos y la versatilidad de un mundo cuántico. Sin embargo, en cada uno de ellos la historia se superpone a la ciencia y la ciencia deja de funcionar a la media hora. “Insterestellar” es otra cosa, aquí se mezclan todos los efectos de la cosmología sin hacer muchas concepciones para hilvanar la historia. Su guión es creíble en términos de la física moderna sobre el papel, pero no contento con ello va más allá y saca la poesía que sostiene la ciencia. Los científicos son humanos, tienen sentimientos y a veces se mueven por algo tan profundo e inexplicable como la intuición o el “feeling”.
No digo más, o quizá sólo una cosa: tal y como ocurrió al principios del siglo XX, en “Interestellar” la protagonista es la Gravedad. Esa señora que nos mantiene atados al planeta y nos salvará llegado el momento. Pero ese instante que probablemente no esté tan lejos, hay que trabajarlo, acariciarlo, potenciarlo. A pesar de todos los avances tecnológicos “algo huele a podrido”, y no sólo en Dinamarca. La inutilidad de los recovecos sociales nos está llevando al medioevo a pesar de los smartphones. Ocupamos nuestras mejores mentes en subir muros para después derribarlos, nos entretenemos en buscar la debilidad de quien se expone, sólo intentamos atornillar nuestras sillas. ¿Cuál será el precio? “Algo huele a podrido” y nos estamos acostumbrando al hedor.
Os quiero, 
Ed.

PD: Ya estamos en un cometa... aunque una sombra probablemente fastidie 10 años de buen hacer.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Viernes porque conviene...

Hola a tod@s! 
Cuando era niño ante alguna adversidad mi madre solía decirme “lo que sucede conviene”. Aquella frase lapidaria me sentaba muy mal, y a pesar de haberla escuchado en más de cien ocasiones nunca llegué a digerirla del todo. Esta semana que por fin se acaba, viví la traición largamente sugerida de un antiguo amigo, la bajeza de un ¿alto? responsable de una agencia que financia ciencia, el discurso distorsionado de quien se ve perdido en su i-lógica, la ignorancia del sabiondo, la avaricia del que nada quiere perder y el etcétera que no mencionaré. Esta semana he tenido presente a mi madre porque su máxima me ayuda a seguir adelante. Sé que todo esto tendrá su lógica y al final el tiempo y el trabajo pone a todos en su sitio. Pero prometí no gastar más palabras en los cortos de estatura moral y por ello os cuento que, una vez más “lo que sucede conviene”. Resulta que el Teatro Real ha hecho un montaje que ha generado muy buenas críticas. Sin embargo, por razones diversas tardé mucho en poder asistir a una representación de “La hija del regimiento”, estoicamente tuve que soportar los comentarios y anécdotas sobre este magnífico montaje que amigos, conocidos y crítica en general hacían a mi alrededor. Callado hube de estar en corrillos de entusiastas y entendidos. Sin embargo, “lo que sucede conviene”. El viernes fue mi día, luego de una semana llena de estupideces, allí estaba confirmando, una por una, las afirmaciones que me habían hecho sobre está puesta grandiosa cuando ocurrió lo inusual. Con la respiración entrecortada escuché la más que exigente aria “Mes amis” que en la voz de Javier Camarena, el tenor mexicano, parece fluir como agua cristalina. El público apenas lo dejó terminar su redonda aria, en pie la platea exigió un bis y yo estaba allí para escucharlo. Mis amigos, conocidos y los críticos de noche de estreno disfrutaron los nueve dos de pecho de Camarena, yo, por aquello que reza “lo que sucede conviene”, tuve el inmenso placer de escuchar dieciocho “canónicos”. Este cantante de arias imposibles tiene la mejor voz que he escuchado y desde ya ha hecho historia en el Teatro Real protagonizando el segundo bis de su historia. Cosas de la vida, también porque a veces lo que sucede conviene, también estuve cuando Leo Nucci y Patrizia Ciofi repiteron el dúo verdiano de "Si, vendetta, tremenda vendetta" de Rigoletto allá por el 2009 en el Real. En fin, el viernes me fui a casa contento y cantando… seguro que no todos los protagonistas de mi semana pueden decir lo mismo. Allá ellos. 
Os quiero, 
Ed.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Viernes de esos que son especiales...

Hola a tod@s! 
Quien piense que trabajar en un laboratorio escudriñando los entresijos de la verdad es algo excitante y lleno de momentos explosivos, se equivoca radicalmente. La mayoría de los días pasan entre el estrés de los experimentos y la decepción del fracaso, entre la planificación exhaustiva y la interpretación de datos, entre el enamoramiento y el desamor. Por ello cuando, de repente, aquello que llevas persiguiendo, que has visto hasta en sueño, aparece frente a ti sin mucho vestido, sin apenas ornamentos, desnudo y sin sombrilla, entonces piensas que merece la pena todo lo anterior. Esta semana ha sido una de esas en que parece que alguien ha bajado del pedestal y te ha rozado la cabeza. De las poquísimas que guardas como especiales, y yo me enteré por un mensaje de whatsapp. Sí, me comunico con mis “becarios” por un grupo de whatsapp, de esa manera cuando estoy en una reunión estúpida escuchando mil mentiras, cuatro promesas y veinticinco pijadas puedo seguir lo que pasa en el lab… suelo recibir mensajes tales como: “Henry, trae la tripsina a cultivos de una vez”, “Carol, ve a por buffys”, “chicos la muestra ya la extrajeron, quién va a buscarla, yo estoy liado con mil tubos en el citómetro”… sobre las dos de la tarde cambia el tema y comienzan los “jefe, vamos a comer a las 3, ¿te vienes?”, “alguien me trae la comida, tengo que comer en 10 minutos que me quitan el confocal”, por la noche o algún fin de semana nos mandamos figuras de publicaciones recientes que confirman o defenestran nuestras hipótesis, a veces configuramos experimentos y parece que no paramos de trabajar. Pero esta vez fue diferente, yo estaba frente a, en fin, prefiero no usar adjetivos, mi estómago se revolvía mientras me mordía la lengua para no mandar lejos aquella persona, entonces me sonó el teléfono, un whatsapp de Víctor, tan sólo una gráfica con un análisis estadístico… me cambió el día, pasé de odiar a amar. Allí estaba confirmada lo que pensábamos, era cierto. Acto seguido Carol me coronaba como “el puto amo”, y yo prometí pasar a firmar los whatsapp como EPA haciendo caso a mi Carol querida. Ya lo sabemos, ya lo confirmamos, ya descubrimos el por qué de tanta infección en las personas que sufren un ictus. Ahora falta refinarlo, plantear una solución parece fácil, relacionarlo con el buen o mal progreso de la enfermedad, también. Esta semanas abrimos una puerta, y mi esto nos da fuerza para seguir a pesar de todo.
Pero la alegría no paró aquí, ese mismo día, cuando la noche se iba apoderando de las horas, recibí otro mensaje: “¿aceptas que los gallegos te demos una medalla?”, fue la pregunta. “¿Una medalla?” fue mi respuesta… media hora después preparaba mi viaje y escribo estas líneas en el tren de regreso a Madrid, con una medalla y mucho cariño gallego.
Os quiero, 
Ed.