sábado, 28 de mayo de 2016

Viernes... sosegado pero con fuego.

Hola a tod@s! 
Ayer Ismael, tras una conversación sobre células que viajan por el torrente sanguíneo, me preguntó: ¿Cómo es que aún no sabemos tantas cosas? Reconozco que una furia me invadió, también reconozco que me tranquilicé, respiré un par de veces y luego le pregunté: “¿Cuántos científicos conoces? ¿Cuántas personas de cualquier entorno deciden entender lo que sucede y no aceptar los dogmas?” La conversación derivó a temas más mundanos sobre decisiones diarias, la cuestión se diluyó en el agua de lo cotidiano. Pero el tema me asaltó al despertarme… un amigo virtual, una de esas personas con las que, gracias a la red, llevamos intercambiando ideas desde hace más de dos años, me comenta una historia triste con una amiga y el cáncer como protagonistas… la pregunta, de alguna manera, vuelve a surgir. La respuesta es la misma: ¿Cuántos científicos conoces? ¿Cuántas personas de tu entorno deciden entender la naturaleza y su complejidad? Pero hay más, conozco personas curiosas e inteligentes que tampoco han decidido invertir su tiempo, oro en todos los casos, en buscar respuestas… es más cómodo aceptar el credo y disfrutar de lo hecho. Curiosa la manera que tenemos los humanos de vivir y también exigir. La gran mayoría elige tener fe en vez de buscar respuestas. Probablemente es más fácil optar por una divinidad que nos conduzca en vez de encontrar nosotros el camino. Hace poco discutía con un amigo sobre tema. Él, devoto cristiano y persona culta, me admitía que la fe podría ser algo sin explicación pero que la biblia representaba la prueba de la existencia de un ser supremo que guía nuestros días. Me gusta discutir con personas que no tienen mi misma opinión siempre y cuando la ceguera de un “por qué sí” no sea la base de su credo. ¿La biblia prueba de la existencia de un “algo” superior? El argumento es rebatible. Amén de que apuesto lo que no tengo a que más del 80 porciento de los seguidores del libro sagrado no se lo han leído, en la biblia nunca encontré un mensaje de su escritor que me haga palmaria su divinidad… yo sí me la leí. En sus páginas no hay un “recado” del “creador” dirigido al científico del futuro con una pista notoria. Por mucho que leí nunca encontré un “… la vida está en dos hebras que se retuercen”, tampoco leí “… no viajarás más veloz que la luz”. En su lugar muchas temeridades que ya no tienen lugar, un “hágase la luz” y “comerás con el sudor de tu frente” por no citar aquello de la costilla y las plagas. Mi amigo, que ya dije es culto y nada fanático, prometió estudiar a fondo para nuestro próximo encuentro, físico o virtual, qué más da.
Por lo pronto me adelantó que lo de Sodoma y Gomorra, sin acritud, podría interpretarse como una advertencia de lo que sucedería en el futuro si nos desviábamos de la moralidad requerida… de hecho, el fuego y el azufre que destruyeron las dos prósperas ciudades con la mujer de Lot como protagonista podría ser, en la versión moderna, una plaga como la ha sido el SIDA. Reconozco que ha sido un buen intento… pero nada convincente. Prometo contaros cómo sigue esta discusión basada en lo mentalmente palpable porque, en ciencia, un gramo de realidad vale más que toneladas de teoría.
Os quiero, 
Ed.

sábado, 21 de mayo de 2016

Viernes... por Madrid.

Hola a tod@s! 
Madrid es un sitio entretenido, la gran representación de lo que España es, un lugar donde no se llega o se pasa, donde el término medio no existe. Este fin de semana que se abre ante nosotros es ejemplo de lo que digo. La ciudad se prepara para una final de fútbol con mucha polémica política, un concierto de Bruce Springsteen, una manifestación de ultras, otra de neonazis y una huelga de metro. Todo ello sumado a la habitual fiesta nocturna, ese no parar que hace estragos en cuerpos que se renuevan cada mañana al son de estimulantes, dietas proteicas y gimnasio, pasando por alto, claro está,  toda aquella cultura que se ofrece en museos, teatros y cines en versión original. Eso es Madrid, eso y también una metrópoli que acepta sin preguntar, que te deja vivir incluso si tu estilo no encuadra con el suyo. La ciudad, por aquello de ser especial y tener, tiene en su puro centro el barrio gay, surgido de las cenizas y las jeringas de las drogas en los ochenta… devenido barrio “in”, “cool”, imprescindible desde los 90. Unos cuantos bloques que osaron emular al padre Castro del lejano San Francisco y puede que hasta hayan ganado la partida. Chueca, así se llama, estuvo de fiesta hace poco. Una de sus plazas adoptó el nombre de Zerolo, aquel chico rebelde de rizos imposibles que luchó por los derechos de quienes no los tenían pero que el cáncer le ganó su última jugada. El cáncer, otra vez. Chueca también celebró el día internacional en contra de la LGTB fobia, ese odio incomprensible que una parte de la población tiene por otra por ser diferente o simplemente poco frecuente. De cualquier manera es curioso y hasta increíble un dato… resulta que según las estadísticas, siempre poco fiables, siempre traicioneras, sólo el 10 % de la población mundial es auténticamente blanca, algo que coincide con la cantidad de personas que son homosexuales en este planeta. Resulta entonces que es tan infrecuente ser blanco como no ser heterosexual… la pregunta salta y ni siquiera tengo que formularla, ¿no? Pero por si alguien aún no se la ha imaginado, ahí va: ¿Por qué, incluso por estos lares y a estas alturas, descubro miradas indiscretas cuando voy de mano con mi chico por la calle? 
Y aquí lo dejo, quizá hubiese sido más interesante hablar de esteladas prohibidas, elecciones por venir, las cinco horas que Lola Herrera vuelve a gastar hablando con Mario u otra inmensidad de injusticias que el mundo comete contra su propio mundo… pero hoy quiero ser libre de coger la mano de Ismael y que nadie me mire de reojo por hacerlo. 
Os quiero, Ed.

domingo, 1 de mayo de 2016

Viernes que parece político pero no lo es...

Hola a tod@s! 
Hace algún tiempo que este vector, el tiempo, me come. Me engulle lentamente, crudo, sin previa cocción. Los Viernes se me van atorando y no los puedo masticar. Hace algún tiempo que el poco tiempo se vuelve pereza y momentos para descansar. Pero vuelvo de vez en cuando, de cuando en vez, para contar lo que me queda por digerir y aquí estoy. Han sido días vividos sin gobierno y semanas de circo con protagonistas que cada vez menos me creo. Resulta que España votó, dijimos lo que queríamos… pero resulta incómodo y nos vuelven a preguntar, los mismos, con los mismos proyectos y la misma ilusión pretendida, disfrazada. Como los niños cuando buscan escuchar un “has lo que quieras” e insisten una y otra vez hasta lograrlo. Votaré exactamente lo mismo, todos deberíamos hacerlo. Y abandono esta cuerda que hasta desagradable se me torna. Por Madrid sigo, cada vez más viejo, cada día buscando la peculiaridad de las horas. Queriendo encontrar respuestas a un viejo problema que devora vidas, a veces vividas otras por vivir. Y parece infinito y en ocasiones pienso que es un laberinto insorteable. Cuando creo haber ganado un metro, un muro se alza ante mis ojos… un muro en forma de problema técnico, cemento que debo agrietar y cuando logro hacerle mella me quitan un obrero, se me va otro o hasta me retiran el martillo. Son esos días en los que vuelvo a casa hecho polvo, con los joules* justos para terminar la noche e irme a la cama con la sensación de haber sido, de nuevo, vencido. Pero al día siguiente, vuelvo al laboratorio con las mismas preguntas y más energía para responderlas. Parecerá cursi, lo sé… parecerá hasta pretencioso, también lo sé. Pero sobre todo sé que cuando la metástasis aparece, los que la sufren sueñan con esa cursilería que algunos tenemos y entonces quieren una respuesta, algo que frene ese avance silencioso que va invadiendo para sí cada arista vital. Mientras tanto, seguirán mirándonos con cara de compasión, con el credo de “a mí no me toca.. esa lucha es de otros”, esos otros que se cuidan solos porque para ellos su trabajo no es una vocación, es una pasión. Mejor no pensar en esto, siempre me levantaré con la idea de cazar conejos y estoy convencido que algún día mataré al león. 
Os quiero, 
Ed.
*joules: unidad de medida de la energía.