viernes, 27 de septiembre de 2019

Viernes... verde porque quiero verde este planeta

Hola a tod@s! 
Se despide una semana verde o al menos así se ha teñido parte del mundo con las marchas y protestas centradas en el cambio climático. Un tema delicioso donde se opina alegremente en un espectro enorme que va desde la negación hasta el catastrofismo. Mientras tanto, Bolsonaro niega la identidad de la Amazonia como pulmón planetario, Trump abraza el patriotismo como única salvación para la Tierra y por el sur español encargan a Vox las políticas  medioambientales… en fin.
Miles de voces se han alzado contra Greta Thunberg, sus padres, patrocinadores reales o ficticios y seguidores. Unos la tildan de niña abducida por la mafia verde-roja que quiere dominarnos, otros la mandan a la escuela (de ser posible con un bozal), más allá culpan a sus padres por convertirla en una marioneta, una escritora cubana arremete contra la pequeña sueca diciendo que a ella sí le robaron su infancia, y no tuvo la oportunidad de plantarse en al ONU para reclamar nada… hace 60 años. Yo, lo siento mucho por aquellos que necesitan leer lo contrario, me identifico con su: “How dare you?” Ese grito con expresión de rabia incorporada muchas veces lo he querido dar cuando veo los discursos de palabras huecas y con una treintena de intenciones ocultas de quienes han tenido la oportunidad de hacer algo por detener lo que ya es una realidad: el cambio climático. Ayer uno de mis colaboradores me decía: “total, es un ciclo que tiene que cumplir la naturaleza, la Tierra se tiene que fundir”. Con esta posición estaríamos extinguidos como especie porque no hubiéramos detenidos epidemias y otras catástrofes… claro está, si leemos la historia siempre o casi siempre ha sido a pesar de quien ostenta el poder. Aceptar que es un ciclo es una barbaridad a la que se opone Greta y sus seguidores, me incluyo. Pero vamos un poco más allá, algunos han dicho, no sin razón, que quienes deberían liderar esta cruzada por frenar el cambio climático tienen que ser los científicos… gran verdad, pero existe un pequeño detalle a tener en cuenta. No miento si os digo que he firmado una decena de cartas internacionales de científicos dando datos y recomendaciones, letras que han caído en los basureros electrónicos de ilustres despachos. La historia corta es que no se nos ha escuchado. Sin embargo, esta niña con su aspecto retraído, tan groseramente criticado, ha movido millones. Se ha podido entender con los adolescentes y jóvenes, aquellos que en unos años llegarán a puestos de poder con la semilla de Greta en sus mochilas. Los de la teoría de la conspiración, tan socorrida en cada familia, advierten que detrás están las mafias de las energías limpias… yo no lo sé, creo que realmente nadie lo sabe. Mas mi respuesta la doy en inglés: “and so what?” Detrás del no cambio climático, del no reducir la contaminación ambiental, del no a las energías limpias están las grandes petroleras y el carbón que, a ciencia cierta, contaminan y contribuyen a la aceleración del declive que estamos viviendo. ¿Qué se prefiere? Yo lo tengo claro. Seguramente, Greta pudo incorporar otros elementos a su discurso, siempre se puede, pero lo que hizo me parece en español puro y alejado del latín: “cojonudo”. Con sus 16 años, edad en la que ya no es una niña (recordemos los aplausos a los Messi precoces), ha conectado y tocado teclas sensibles. Mi máxima es: si soy el más inteligente de la habitación, estoy en la sala equivocada. No me asustan que los nuevos me hagan sombra y Greta creo que llegará lejos en su propósito, ojalá así sea. Por lo pronto ya algunos se asustan y reaccionan, otros miran su huella contaminante planteándose reducirla y… nada será igual. No dudo que Estocolmo valore un Nobel para su causa y ya hablaremos de injusticias en su momento. Mas dejemos las broncas y los desencuentros, la Tierra necesita de nuestros cuidados y debemos hacer esas pequeñas cosas cotidianas que, sumadas, contribuyen… yo seguiré peleándome con mi esposo para que apague las luces innecesarias, él seguirá insistiéndome en reciclar, Rufi que seguro no lee este Viernes porque está estudiando, nos reñirá en andalú para que hagamos las cosas mejor y David Barrado descubrirá exoplanetas para migrar. 
Entonces para despedirme, cambio de tercio y os cuento algo mágico… En Radio Nacional de España existe un programa al filo de la medianoche que se llama La Observadora, su conductora es Teresa Viejo, mujer maravillosa de gloriosa voz. Hace una semana me dio la oportunidad de compartir con ella esa media hora mágica y fue realmente especial aquí os dejo el link (http://www.rtve.es/m/alacarta/audios/la-observadora/observadora-eduardo-lopez-collazo-22-09-19/5393345/?media=rne&fbclid=IwAR3lYMjayPxLP8KX4gWdXVAP2tgn4fgMyNaFuUPNWHMuIgkco3mq4816198). Pero no quedó ahí. Hoy he recibido en mi laboratorio un paquete enviado por un señor de 84 años, fiel oyente de La Observadora, con una carta manuscrita y El Principio en latín… como dato os puedo decir que en la entrevista hablamos de mi afición por coleccionar este libro en diversas lenguas. La magia de la Radio y los detalles de personas únicas hizo el resto. Buscando información sobre ese señor de venerable edad me percato que es Tomás Ramírez Ortiz, un auténtico polímata y conocedor de El Principito, con varios libros publicados sobre el tema además de una historia vital que ojalá algún día me pueda contar cara a cara. 
Os quiero, 
Ed.

sábado, 21 de septiembre de 2019

Viernes... gallego.

Hola a tod@s! 
Y por Galicia estuve… diría y digo, como si ayer hubiese escrito el anterior Viernes. A Coruña me fui para presentar mi libro, exponer mi teoría sobre la metástasis a científicos incrédulos y divulgar la palabra científica en un museo de ensueño. 
Algo sucede en Galicia que me renueva cada vez que allí estoy. Dicen que algún antepasado mío, un Collazo sin López quizá, creció por aquellos lares y luego marchó en busca de esa tierra ¿prometida? que llamaron Cuba. Lo cierto es que con sólo poner el pie en tierras gallegas algo se conecta y me insufla energía. 
Fueron dos días de vértigo sin mareos. En una librería, definida espacio libre de machismo, me sentí como en esa casa repleta de textos escogidos que, en Jovellanos, Madrid y otros lugares he construido, libro a libro. En LUME, Begoña creó un espacio para la discusión y fui arropado por personas cálidas, ávidas de respuestas, llenas de preguntas. Antes y después, conmigo estuvieron Julio, a quien me empeñé cambiarle el nombre por Julián a pesar de esa sintonía que el cine y las lecturas nos unieron en el primer instante, y María con quien comparto la vocación infinita de responder preguntas. Ambos guiaron mis pasos coruñeses, sin prisas ni pausas, con alegría. Entre medias, hablé con Cristina, la periodista que apareció con el cuarto Principito en gallego de mi colección, una sonrisa y preguntas para la radio. En otras medias, Miriam, una amiga de aquellos primeros tiempos postdoctorales madrileños, me localizó al ver mi foto en un periódico local que se hacía eco de la visita relámpago que estoy describiendo. 
El primer día voló, la noche cayó y la mañana surgió para llevarme frente a un montón de científicos que evaluaban cada palabra, gráfico y sentencia sobre esa “más allá de la quietud” o lo que es lo mismo, mi teoría sobre la metástasis. Nuevamente María guiaba mis pasos por los laberintos, esta vez hospitalarios, con el tiempo justo para atender a unos y otros como si de una estrella de cine se tratara… pero no, íbamos a hablar de ciencia. Llegó la comida y fue entonces que un tocayo y hombre de piel, no sólo por ser dermatólogo, me contó anécdotas en primera persona de sus tiempos madrileños al frente del primer servicio que atendía a los infectados con VIH que, en aquel entonces, ya venían con SIDA. 
Con la mente en otro libro me fui al hotel por unas horas y allí un terremoto de cinco años con ojos azules llamada Candela me esperaba junto a su orgulloso padre, hablo de Juan. Fueron tan sólo unos minutos que me alegré poder compartirlos con esa familia, compuesta por dos padres y un remolino. Para el final, el postre dulce de un Museo precioso liderado por una hermosa mujer. Ana lo tenía todo preparado, un recorrido exprés, una invitación para volver y la sala rebosante de personas variopintas para escucharme, un lujo, no para ellos, sí para mí. Hora y algo después, disparados salíamos en el coche de María para el aeropuerto. Palabras de agradecimiento mutuo, promesas de encuentros acá y allá, preguntas que pueden abrir proyectos (las conexinas de María) nos acompañaron los pocos kilómetros recorridos. Entonces sobrevino el remate… a la entrada de la terminal un equipo móvil de televisión me esperaba con la misión de captar los últimos minutos de mis dos días gallegos y emitirlos, en directo, en el telediario local. 
Sólo puedo decir, gracias. Sólo puedo preguntarme: ¿Qué he hecho yo para merecer esto?  
Os quiero, 
Ed.