Hoy si es viernes, además no es un viernes cualquiera, empiezan mis vacaciones de verano. Ya tengo la maleta preparada, en breve estaré en un tren, me acompañará una amiga de toda la vida, me esperan una ciudad desconocida y un amigo reciente, cosas buenas… pero estoy nervioso. No lo puedo evitar. Es algo que me acompaña desde niño, el efecto maleta-viaje saca mi inquietud. Luego disfruto contándolo, pero el proceso es una tortura sutil. Algo de aquellos domingos de partida “hacia la beca” debe quedarme en el subconsciente. En fin, todos tenemos nuestras rarezas y esta es una de las mías. Lo cierto es que necesito una desconexión, tirar el cable a tierra, hablar de otras cosas o simplemente de nada. Leer frente al mar, ver llover, no explicarme ni pedir explicaciones. Olvidarme del día y la noche, no leer nada más sobre el cambio climático que es realidad y que Obama ha visualizado como otro filón para pasar a la historia, dejar a un lado la discusión sobre la oportunidad de abrir relaciones entre Cuba y USA con el telón de éxito castrista o el escenario de un respiro para quienes viven en la Isla de las Metáforas, desenchufar a los dinosaurios-empeñados en pasar por jóvenes promesas y las miradas inquisitivas de quienes quieren más a cambio de nada, dejar a un lado la estrategia que me resulta pesada y quizá pensar en experimentos imposibles o lejanamente posibles. No sé si lo lograré, me quedan por delante 5 horas de viaje que trataré de llenar con teorías sobre la vida extraterrestre y otras excentricidades…. vamos que estoy como Mafalda cuando gritaba: “paren el mundo que me quiero bajar”.
Os quiero,Ed.