sábado, 28 de noviembre de 2020

Viernes... de San Isidro.

Hola a tod@s! 
Hace más de un cuarto de siglo que un avión de Cubana despegó del aeropuerto José Martí con destino Madrid y conmigo dentro. En aquel instante sentí que la Isla se queda atrás, probablemente para siempre. Nunca he sido un activista pro la libertad en Cuba, tampoco me he sumado a los movimientos en el exilio y sólo en contadas ocasiones he sido, públicamente, mordaz con el régimen que intentó cortar todas mis alas. 
Desde mi partida me he centrado en la ciencia, la divulgación científica y crecer como investigador. Mi interés se ha focalizado en descifrar misterios de la naturaleza y, por el camino, encontrar soluciones para enfermedades que aquejan al ser humano. Mas nunca he dejado de ser cubano, con cierta tendencia a pronunciar las z y c como en la madre patria y madrileño de corazón, pero cubano. Sin embargo, siempre me he dibujado algo alejado de la intelectualidad que, desde los cuatro puntos cardinales del planeta, reclaman una Cuba democrática. Quizá haya sido la desidia o el cálculo de una probabilidad muy cercana al cero lo que me ha apartado de cualquier movimiento en ese sentido. Pero ha llegado el momento de sumarme y exigir. 

Mi privilegio de europeo de adopción no debe restar un solo átomo de simpatía con lo que hoy ocurre en la Isla de las Metáforas que es como suelo llamarla. A mi lucha contra el maldito coronavirus, la jodida metástasis y en pro de los derechos LGTB debo agregar un apoyo sólido a aquellos que han tenido la magnífica osadía de enfrentarse a un régimen demasiado obsoleto. 
Los científicos, en palmaria diferencia con los artistas, somos más de las penumbras que de los focos. Apenas alzamos la voz. Pero, repito, hoy debemos sumarnos a ese grito a favor del movimiento San Isidro. Seguro que tendremos diferencias de perspectivas, conceptos y visiones… mas la esencia está en la libertad. Esa palabra proscrita en toda dictadura ha de ser una realidad en mi Cuba y la tuya. Sumemos, desde la diferencia y la diversidad, para que aquel sitio precioso del Mar Caribe deje en la historia los años de represión.
Os quiero, 
Ed.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Viernes...

Hola a tod@s! 
Muchas han sido las veces que he dejado blanco sobre negro mi vocación científica. No es un secreto mi defensa, constante y cansina, de la importancia de una educación en ciencias para evitar desastres mentales y otras tristezas. Siempre he pensado que es esencial dominar las bases de las matemáticas, los principios de la física, la esencia de la química y las generalidades de la biología como parte de esos rudimentos primordiales para vivir. Esto nos ayudaría a no cometer errores de interpretación, saber el significado de eventos probables y, quizá lo esencial, no caer en la simpática tendencia de re-descubrir viejas teorías que, una vez analizadas por siglos de ilustración, fueron desechadas. Sí aprendiéramos la historia de la ciencia como si cultura general fuera, con gran probabilidad, disminuirían el porcentaje de la población que de pronto quiere ver el planeta plano. Lo mismo ocurriría con quienes se oponen a vacunar a sus hijos o piensan que las jirafas tienen el cuello largo porque lo fueron estirando en busca de alimentos en las alturas. Mas no ha sido así. Hoy podemos encontrar desde grandes artistas a pequeños políticos, todos analfabetos científicos. La cultura de un individuo nunca se mide por su dominio, al menos somero, de la segunda ley de la termodinámica por no hablar de la teoría de la evolución de Darwin o la relatividad de Einstein. Somos versados si hablamos con soltura de literatura, cine, ópera y ballet, pero en la puntuación para llegar al estatus refinado nunca se introduce conocer qué significa el área bajo una curva, la velocidad de cambio en una función matemática o la reacción en cadena de la polimerasa. Ha tenido que venir un virus devenido pandemia para dejarnos en evidencia. Ahora casi todo el planeta habla de la PCR sin saber que se refiere a la reacción en cadena de la polimerasa, los que dirigen detallan curvas que ascienden y descienden sin entender qué es la velocidad de cambio y su relación con el cálculo de una derivada y, en la cola del pan, se escuchan atinadas teorías sobre la inmunidad celular. Nunca antes nos percatamos que dirigir un país implica tener conocimientos básicos científicos para no caer en barbarismos, de la misma manera que es imprescindible hablar correctamente y tener una mínima ilustración en geografía política. Por regla general tendemos a burlarnos de quien demuestra sapiencia y esto se magnifica cuando la erudición toca el área científica. Más de uno y cien han sido los programas de “divulgación” que los medios de comunicación han promovido, donde el presentador se jacta de su total ignorancia frente al científico mal vestido y con pocas habilidades de comunicación. El mensaje es claro: “para ser famoso, popular y rico no me hizo falta estudiar ciencia, mirad al perdedor que tengo delante”. En España, además, no sacamos partido de la propia historia científica del país.

Aún se espera una buena serie que cuente la jugosa vida de Ramón y Cajal quien pasó por Cuba y allí casi pierde la vida. También tenemos a Jorge Juan y sus peripecias alrededor del mundo con mucho de ciencia y más de aventuras, un magnífico guion para Netflix que está por elaborar. Hablando de guiones y viajes… está por contar la travesía de Isabel Zendal en la expedición filantrópica de la vacuna, un hito mundial que España no le presta atención. De la misma manera que no hemos contado la fascinante vida de Severo Ochoa, con folclórica por el medio, la historia de Margarita Salas ni la existencia, terminada entre las llamas, de Miguel Servet. Todos ellos referentes para la ciencia, referentes para la juventud, vidas llenas de sacrificios y contingencias que merecen la pena ser contadas. No sólo Cristina, La Veneno, ha puesto granos de arenas importantes para construir la sociedad. 

En esa cuerda, por estos días, me he prestado a una televisora para hacer una píldora de diez minutos donde dialogamos una investigadora española, desde los Estados Unidos, y yo sobre qué significa ser científico, cuál es la visión actual de la COVID-19 y otros temas de actualidad. La experiencia fue agradable y ojalá sea el germen de algo constante en los medios. Científicos hablando entre ellos sin la presión de un interlocutor que presta atención a la cámara, pero no al debate. Os dejo el link, ya me diréis que os parece (http://www.telemadrid.es/semana-de-la-ciencia/Dialogos-Cientificos-Investigando-Covid-19-diferentes-2-2285791404--20201111010000.html). 
Os quiero, 
Ed.

viernes, 6 de noviembre de 2020

Viernes con foto de cuando no existía la COVID-19... ni Trump.

Hola a tod@s! 
A estas alturas del último día laboral de la semana pensé que en mi Viernes hablaría del presidente electo de los Estados Unidos. Mas erré, lo reconozco, no pasa nada por admitirlo. ¿Entendéis por qué sería difícil convertirme en político? 
Increíblemente el sistema americano es, en esencia, kafkiano. El recuento de los votos puede tardar una semana o algo más. Con la lentitud de una jicotea y las prisas de una babosa, los escaños van sumándose como si tuvieran la intención de avivar fuegos cruzados. Lo peor es que lo está logrando. Al mundo se van transmitiendo imágenes de simpatizantes enfrentados, personas armadas y manifestaciones violentas. Cuesta pensar que detrás de ellas está una democracia sólida capaz de gestionar la enorme diversidad de credos, culturas y razas que conviven en aquel país. En realidad, mi pensamiento racional me llevaba a creer que Trump sufriría una defenestración brutal. Me resulta casi absurdo que un negacionista de la ciencia, con marcados tintes de ególatra y supremacista, tuviera una segunda oportunidad para dirigir cualquier gobierno. Pero parece que la racionalidad no es una característica muy humana. Con algo de ingenuidad hace poco subí a las redes una foto antigua con mi esposo, ambos estábamos recién despiertos y relajados, añadí como comentario: “… tomada cuando no existía la COVID-19 ni Trump”.

Inmediatamente, una tropa de seguidores me bajó de el altar científico, donde otrora ellos mismos me habían colocado, para educarme en las fantásticas curvas económicas y proliferación del empleo logradas por el aún presidente estadounidense. Todo sazonado con las consabidas bendiciones porque no hay manera humana de hacer entender que a los ateos eso que nos den bendiciones no nos agrada en demasía. De nada sirvió preguntar: ¿qué sucederá con la economía boyante y el empleo a rebosar cuando se nos venga encima la crisis ecológica que acecha en la esquina y negada por Trump? Tampoco se entendió que el discurso de desprecio hacia el diferente no es apropiado para quien preside una nación. Evité hablar sobre las burlas hacia la ciencia y los científicos porque de eso voy servidísimo. Suelo mirar un poco más allá del hoy y ahora… quizá por eso me llaman científico. Nunca negaré la importancia de una economía robusta, pero eso se puede lograr desde la solidez del conocimiento. Parece que habrá un cambio, la Casa Blanca probablemente tenga nuevo inquilino. Tocará recomponer una sociedad divida en dos. ¿Tendrá Kamala Harris el papel que se le va asignando? 
Os quiero, Ed.

sábado, 24 de octubre de 2020

...grandes mentes dejad de hacer la pelota a los mediocres.

Hola a tod@s! 
Llego tarde a la cita de los viernes, mas aquí va mi texto parido una semana que he preferido frenar, un descanso mínimo para recuperar energías. Seguimos por Madrid, en el medio de España, a un costado de Europa, geográficamente por encima de África… y todo eso cuenta. 
Continuamos viviendo unas circunstancias especiales donde más que nunca “las grandes mentes pueden cambiar el mundo, romper la inercia, pero las grandes mentes están entretenidas haciéndole la pelota a los mediocres…” y son estos últimos quienes pilotan las naves, no sabemos hacia qué confín. 

En mis años universitarios, cuando un terremoto de trabajos, seminarios y exámenes me aplastaba… huía al cine. En mis múltiples exilios, físicos y nostálgicos, cuando el mundo amenazaba con exprimirme… escapa al cine. Siempre el cine me ha servido de refugio. Una sala oscura con pantalla enorme y desconocidos alrededor re-conecta mis neuronas y calma el alma… cosas, en apariencia, distintas que quizá tengan mucho que ver. Pero la pandemia lo ha complicado todo, las salas estuvieron cerradas y el miedo a la vuelta impregna demasiado hondo. No obstante, he vuelto… a pocos me he ido acercando con la timidez de un impúber, acompañado del recelo y la aprensión. Allí, en una sala oscura y rodeado de anónimos enmascarados, me reencontré con el maestro de la pantalla, el mago de los colores… aquel que me hizo conocer Madrid desde el Caribe y hablo de Almodóvar. Estuve 30 minutos absorbiendo su Voz Humana, en inglés, con Tilda Swinton, como si en un teatro estuviera. Un poema visual lleno de detalles que merecen más de una visita. Un monólogo actualizado que empodera a la mujer sin quitarle su esencia, sin restarle el dolor de la pérdida, sin banderas ni tinieblas. De la sala oscura salí rejuvenecido, recordando todos los festivales de cines habaneros, todas películas vistas en San Sebastián, cada una de las veces que una gran pantalla salvó mi día. Vuelvo al ruedo, hay que seguir luchando para que el virus no nos aplaste. Como especie hemos creado maravillas y debemos perpetuarlas. 
¡Grandes mentes que pueden cambiar el mundo y romper la inercia, dejad de hacer la pelota a los mediocres! No se puede permitir que sigan pilotando las naves en las que vamos tod@s. 
Os quiero, 
Ed.

viernes, 16 de octubre de 2020

Viernes... de esa espera.

Hola a tod@s! 
Ya es viernes… debería decir ya se acaba el viernes, al menos en esta parte del mundo. Por Europa la noche cae y el ritmo baja. Empieza un fin de semana, otro más en el que los planes no van más allá de un paseo corto y en la ciudad donde se vive. La COVID19 nos mantiene en un estado vigía y contención eterna. Algo que en España se ha convertido en la espera de una solución que caerá desde un cielo prometido donde se habla otro idioma, no importa cual, pero nunca el español. 
Ya pasaron aquellos meses de terror en el que los hospitales de Madrid recibían ambulancias con pacientes graves cada pocos minutos. Lejos parece la incertidumbre sanitaria de tener que elegir a quien atender, a quien conectar a un respirador, a quien tomar la mano para que no muera en la más fría soledad. Pero, el virus sigue allí fuera y no tenemos vacunas, ni cura. 
El sitio donde vivo, una ciudad preciosa, ha sido sacudida por la pandemia. Aquí hemos visto el virus de cerca, nos ha rozado, lo hemos tocado, se ha respirado en mil ambientes. En mi laboratorio se guardan cientos de muestras valiosas de otros tantos pacientes, algunos, diría demasiados, ya no están. Mi email está empachado de mensajes provenientes de científicos que me piden las preciosas muestras tomadas de los pacientes que sufrieron e incluso siguen sufriendo la caprichosa enfermedad del año. Ellos, mis colegas del mundo, tienen los bolsillos llenos de recursos para estudiar esas muestras, exprimirlas, vaciar sus misterios y encontrar soluciones que se convertirán, en un futuro próximo, en medicamentos, metodologías… las respuestas necesarias que España espera que caigan desde ese cielo en el que nunca se habla español. 
Os quiero, Ed.

viernes, 9 de octubre de 2020

Viernes de vuelta y Nobels.

Hola a tod@s! 
Desde finales del siglo pasado solía escribir todos los viernes un texto a mis amigos dispersos por el mundo. Al principio era un email que paría el último día oficialmente laborable de la semana, con el objetivo de contar algo sobre el sitio donde vivía, mis descubrimientos de cualquier tipo y, dependiendo del tono, transmitir el estado de ánimo por el que atravesaba. Luego, la tecnología y un amigo me hicieron mudar el email a un blog. Más tarde, ese blog aparecía en las redes sociales y el texto, que seguía generando para mis amigos dispersos por el mundo, comenzó a ser leído por futuros amigos y otros seguidores. 


Hace mucho tiempo que no escribo mis Viernes, lo urgente va quitando peso a lo importante. Pero hoy he decidido retomarlo. Además, lo hago con el clásico que cada año escribía a raíz de la semana Nobel.

Haciendo como si la semana pasada hubiese escrito… comienzo: La semana empezó con un lunes habitual de espera. La reunión online con mi grupo, los ajustes de experimentos, el análisis de datos y la discusión habitual se alternaban con visitas y re-visitas a la página oficial del Comité Nobel. Era el día indicado para anunciar el premio de Medicina y Fisiología. Desde España (país con sólo 8 Nobel y de ellos 2 en ciencias), se esperaba que algún día, no lejano, el altar sueco le hiciera un hueco a la técnica CRISPR y con ella a un nuevo español, su descubridor, Francis Mojica. Esta vez tampoco fue así. El llamado corta y pega genético que nació de una observación española no se mencionó. Los agraciados fueron tres de los descubridores del virus causante de la hepatitis C. Los nombres de Harvey J. Alter, Michael Houghton y Charles M. Rice ya se han grabado en la historia borrando, injustamente, la contribución de muchos otros. Con algo de resignación algunos dijimos: el miércoles hay otra oportunidad. El hecho de que CRISPR es una técnica la hace también candidata a optar al Nobel de Química. Había que esperar. El martes llegaba el anuncio del premio de Física y con él una sorpresa. Otra vez la Academia Sueca se decide por un tema relacionado con Astrofísica, curioso. Los investigadores Roger Penrose, Reinhard Genzel y Andrea Ghez fueron los merecedores de la medalla. El primero por descubrir que la formación de los agujeros negros es una predicción robusta de la teoría general de la relatividad. Mientras que Genzel y Ghez lo ganan por el descubrimiento de un objeto compacto supermasivo en el centro de nuestra galaxia. De lo más comentado este día fue la presencia de Andrea Ghez entre los premiados. Ella se convierte en la cuarta mujer en recibir un Nobel de Física, algo que no debería ser noticia, pero la exagerada masculinidad de estas medallas lo ha provocado. Entonces llega el miércoles y he de reconocer que estuve algo despistado. El proyecto que llevo sobre la Covid-19 y otro trabajo a punto de enviar a publicar sobre mi teoría de la fusión en metástasis me entretuvieron hasta que, de pronto, en una de esas visitas compulsivas que hacemos a alguna red social vi una foto que me pareció un error visual: la caricatura de Emmanuelle Charpientier y Jennifer Doudna como únicas ganadoras del Nobel de Química por la tecnología CRISPR. Tuve que mirar fijamente durante segundos para dar crédito a la información visual. Sin dudas ambas científicas son merecedoras del reconocimiento, pero sin Mojica CRISPR no hubiese existido. Además, sólo dos premiadas cuando lo habitual es una terna. A raíz de ello, llovieron las reacciones más diversas. La CRIPación fue mayúscula de hecho, así titulé una editorial que publiqué en un periódico “CRISPación por un Nobel olvidado”. El enfado fue brutal y poco a poco se tuvo que convertir en resignación. Muchas son las conjeturas, lo cierto es que la oportunidad más segura de Nobel para el patio… se ha perdido y aquí a las “autoridades” ni se le ha movido el pelo. El jueves amaneció y las quinielas para el Nobel de Literatura se encendieron en la red. ¿Murakami? No, esta vez se ha ido a Estados Unidos y a las manos de una señora de la poesía. La misma que una noche de invierno cerrado en aquel Providence solitario me hizo sentir acompañado, hablo de Louise Glück. Varias veces, demasiadas quizá, el Nobel de Literatura ha ido a parar a un escritor ignoto para mí. Pero esta vez no ha sido así. Sus poemas, siempre en inglés, se me pegaron cual lapa cuando pernoctaba por Brown University hace mucho tiempo ya. Para finalizar, llegó el viernes… ese día deseado por tantos y señalado para anunciar el mil veces controvertido Nobel de La Paz. Tengo que decir que cuento entre mis amigos una persona que ostenta este reconocimiento, tengo que decir también, que nuestra amistad comenzó por una discusión, educada, pero discusión al fin debido a una conferencia que debíamos impartir entre los dos… me reservo su nombre. Este año el Programa Mundial de Alimentos se alzó con el galardón y yo aplaudo la decisión. Habría sido gracioso escuchar los gritos si la ganadora hubiese sido Greta. Tan sólo queda el premio de Economía que se anunciará el lunes… veremos. 
… sí, sigo en Madrid. Una ciudad atacada por ese virus que ha fastidiado el 2020, sitio donde la congruencia pasea con displicencia, lugar bello en tiempos malos. 

Os quiero, Ed.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Viernes primero de un año extraño...

Hola a tod@s!
Desde el lejano 2019 no escribo una frase en este blog. A los humanos nos han pegado una bofetada con una mano minúscula, microscópica, invisible para nuestra miopía. Hablar de la COVID19 se ha vuelto el único tema posible y no sabemos cuando tendremos otro problema en el foco de atención. Yo debí haber presentado mi segundo libro hace un mes, debí haber bailado en la boda de un amigo, debimos haber celebrado varios cuarenta cumpleaños…, mas sólo hemos podido paladear una cuarentena.
Nuestra insignificancia se ha hecho palmaria. Optamos por el meteorito hace algún tiempo y hoy relamemos el premio.
Os quiero,
Ed.