Nunca pensé decir esto: ¡Por favor que se acabe el invierno ya! Estoy entumecido, yerto, apurruñado, deprimido de tanto viento gélido y noches en las que no se puede pasear. Me parece que han pasado siglos desde la última vez que monté una bicicleta o mis patines. Siempre me pareció muy literario eso del invierno, las bufandas y el estado recogido, pero ya me está hartando. Y de hartazgo tengo mucho que decir, estoy harto de todo lo que sucede y lo que se comenta. En la Europa civilizada salta la chispa xenófoba de sus campesinos banqueros y prende en la rígida Alemania. Sí amigos, ya sabíamos que si había que buscar a un solidario este no sería suizo. Con su democracia habitual los lecheros “alpiños” han votado restringir la entrada de europeos a su territorio para no alterar el equilibrio vital. Y los vecinos germanos, también solidarios, proponen una consulta popular en el mismo sentido. Soy de los que admira la organización suiza y su gran sentido de la democracia, pero nunca debemos olvidar que todo se facilita cuando eres el banco del mundo sucio. Por otra parte, también me fastidia que la otra Europa, la de la crisis, se alarme con esta medida cuando permite cosas peores en sus fronteras del sur. Pero no acabamos aquí, una patraña diferente hace historia y une a dos países tan lejanos como cercanos en estos días. En Ucrania la chispa se tornó en fuego y ya son muchos los muertos. En Venezuela la cosa no es tan distinta, allí el régimen, “tan maduro”, se ha podrido dejando lloros y parcas en el camino. De todo esto se inunda Facebook, Twitter, los periódicos y muchos blogs. ¿Qué más puedo decir? Estoy harto de que me sea tan difícil seguir con mi máxima de preferir ser padre de un buen futuro que hijo protestón del pasado. De sentirme raro por pensar que aceptamos y consideramos importantes los hechos que concuerdan con nuestras hipótesis, mientras tendemos a despreciar y olvidar los que la niegan. Por pillarme preguntándome por qué desaparecieron los animales grandes como el mamut de cinco metros, el tiburón de dieciséis y la mariposa de casi uno. Sigo harto de no poder sentirme a gusto charlando, largo y tendido, sobre el efecto inhibitorio que pueden tener los factores que provocan el cáncer sobre aquellos que inducen las enfermedades neurodegenerativas, y al revés. Explicando como será posible, en breve, curar definitivamente la hepatitis C con un cóctel anti retroviral, sin tener que caer en que será carísimo y que probablemente sólo unos pocos tendrán acceso al tratamiento. Sigo harto de inhibirme de hablar sobre cuánto me gustó la primera parte de Ninfomanía y como se jode todo en la segunda. O simplemente diciendo que dos meses sin ti, mami… es mucho tiempo.

Ed.
PD: Os dejo una imagen que tomé de Madrid justo al salir del cine.