sábado, 21 de junio de 2014

Viernes en un tren...

Hola a tod@s!

Primera parte... Inconscientemente huyo de Madrid, ahora mismo estoy montado en un AVE que me lleva a Francia, probablemente quiera evitarme ver coronas y escuchar vítores contra las cuales no tengo nada personal, pero me parecen algo arcaicos y evitables. La cuestión es que me voy al sur del país vecino, ese que decapitó a sus reyes e hizo posible otra forma de pensar, el mismo que hoy ha dado un golpe de timón raro y apunta contra los homosexuales e inmigrantes. Europa, tan pequeña y tan convulsa. Allá voy. Mientras tanto cambio de tema y dejo tras mí a príncipes casi reyes y viejos reyes aforados. Prefiero elevarme sobre esas antigüedades y contaros que el domingo anterior luego de siete horas de trabajo continuo, sí siete horas sin levantarme de la silla y con el empeño hecho bandera, me fui al cine a ver algo que seguro estoy se volverá una película de culto. “Sólo los amantes sobreviven” no es una de vampiros, es una visión poética de la existencia contemplativa de dos seres eternos. Una mirada inteligente que se agudiza con la perspectiva y el dominio de un tiempo infinito. Mis ojos estaban cansados y el cerebro protestaba pero al final los tres nos rendimos ante la virtud. Quienes gusten de la música disfrutarán, quienes amen la literatura también lo harán, el científico puro de hoy no quedará indiferente y los elegidos que reúnan todo lo anterior reirán de placer. Id a verla y ya me contaréis. Por el momento sigo aquí, a toda velocidad atravesando montes y montañas sin brigadistas a mi espalda, menos mal, y contando las horas que quedan para comerme un croissant. 
Segunda parte… esas que nunca fueron buenas pero a veces saben mejor. El viaje se extiende. Seis horas dan para mucho y poco, había pedido ventanilla, en fila de un solo asiento. Me dieron pasillo compartiendo espacio con una chica pasada de peso, su ordenador inmenso y unos cascos más grandes que ella misma. Al ponerse en marcha el tren decido, educadamente, buscar otro sitio y lo encuentro. Al menos tres horas hasta Barcelona, pensé. Y así fue. Luego vino el momento “entra gente, se van otros, ¿mantendré el confort?” Y fue entonces que se me sentó a mi lado un americano que intentaba hablar en español, iba para el mismo sitio que yo, lugar donde ninguno de los dos habíamos estado, y estudiaba Historia en Berkeley. La conversación nos llevó al origen de cada cual y el mío nos hizo hablar de su curso de historia cubana. Fue interesante ver la historia del país natal desde un ángulo tan diferente. Hablar de Martí como nacionalista, tratar de ubicar a Fidel entre comunista, anti-imperialista y dictador. Buscar la razón histórica de los ingleses-mameyes para cambiar La Habana por Florida y especular, ¿cómo no? sobre una Cuba británica. Así fueron las otras tres horas que me separaban de mi destino, en el que me deparaba la alegría de un encuentro y el prolegómeno de algo que quizá cuente alguna vez. 
Os quiero, 
Ed.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Cómo haces para que te pasen cosas bonitas en tus viajes?

Anónimo dijo...

cuenta...

Anónimo dijo...

Una La Habana británica!!! Cómo sería?

Anónimo dijo...

viajar con los ojos bien abiertos es la receta, verdad Ed?

Anónimo dijo...

Muy floja esta entrada querido Ed, no hay controversia, no le llamas puta a la princesita, no tmetes con Podemos, no abofeteas al PP, no dices que el PSOE está podrido... venga vuelve.

Anónimo dijo...

La peli que comentas es un poema. Recomendable a tope.

Anónimo dijo...

Viajar en tren es delicioso, contigo sería el doble.