viernes, 13 de noviembre de 2020

Viernes...

Hola a tod@s! 
Muchas han sido las veces que he dejado blanco sobre negro mi vocación científica. No es un secreto mi defensa, constante y cansina, de la importancia de una educación en ciencias para evitar desastres mentales y otras tristezas. Siempre he pensado que es esencial dominar las bases de las matemáticas, los principios de la física, la esencia de la química y las generalidades de la biología como parte de esos rudimentos primordiales para vivir. Esto nos ayudaría a no cometer errores de interpretación, saber el significado de eventos probables y, quizá lo esencial, no caer en la simpática tendencia de re-descubrir viejas teorías que, una vez analizadas por siglos de ilustración, fueron desechadas. Sí aprendiéramos la historia de la ciencia como si cultura general fuera, con gran probabilidad, disminuirían el porcentaje de la población que de pronto quiere ver el planeta plano. Lo mismo ocurriría con quienes se oponen a vacunar a sus hijos o piensan que las jirafas tienen el cuello largo porque lo fueron estirando en busca de alimentos en las alturas. Mas no ha sido así. Hoy podemos encontrar desde grandes artistas a pequeños políticos, todos analfabetos científicos. La cultura de un individuo nunca se mide por su dominio, al menos somero, de la segunda ley de la termodinámica por no hablar de la teoría de la evolución de Darwin o la relatividad de Einstein. Somos versados si hablamos con soltura de literatura, cine, ópera y ballet, pero en la puntuación para llegar al estatus refinado nunca se introduce conocer qué significa el área bajo una curva, la velocidad de cambio en una función matemática o la reacción en cadena de la polimerasa. Ha tenido que venir un virus devenido pandemia para dejarnos en evidencia. Ahora casi todo el planeta habla de la PCR sin saber que se refiere a la reacción en cadena de la polimerasa, los que dirigen detallan curvas que ascienden y descienden sin entender qué es la velocidad de cambio y su relación con el cálculo de una derivada y, en la cola del pan, se escuchan atinadas teorías sobre la inmunidad celular. Nunca antes nos percatamos que dirigir un país implica tener conocimientos básicos científicos para no caer en barbarismos, de la misma manera que es imprescindible hablar correctamente y tener una mínima ilustración en geografía política. Por regla general tendemos a burlarnos de quien demuestra sapiencia y esto se magnifica cuando la erudición toca el área científica. Más de uno y cien han sido los programas de “divulgación” que los medios de comunicación han promovido, donde el presentador se jacta de su total ignorancia frente al científico mal vestido y con pocas habilidades de comunicación. El mensaje es claro: “para ser famoso, popular y rico no me hizo falta estudiar ciencia, mirad al perdedor que tengo delante”. En España, además, no sacamos partido de la propia historia científica del país.

Aún se espera una buena serie que cuente la jugosa vida de Ramón y Cajal quien pasó por Cuba y allí casi pierde la vida. También tenemos a Jorge Juan y sus peripecias alrededor del mundo con mucho de ciencia y más de aventuras, un magnífico guion para Netflix que está por elaborar. Hablando de guiones y viajes… está por contar la travesía de Isabel Zendal en la expedición filantrópica de la vacuna, un hito mundial que España no le presta atención. De la misma manera que no hemos contado la fascinante vida de Severo Ochoa, con folclórica por el medio, la historia de Margarita Salas ni la existencia, terminada entre las llamas, de Miguel Servet. Todos ellos referentes para la ciencia, referentes para la juventud, vidas llenas de sacrificios y contingencias que merecen la pena ser contadas. No sólo Cristina, La Veneno, ha puesto granos de arenas importantes para construir la sociedad. 

En esa cuerda, por estos días, me he prestado a una televisora para hacer una píldora de diez minutos donde dialogamos una investigadora española, desde los Estados Unidos, y yo sobre qué significa ser científico, cuál es la visión actual de la COVID-19 y otros temas de actualidad. La experiencia fue agradable y ojalá sea el germen de algo constante en los medios. Científicos hablando entre ellos sin la presión de un interlocutor que presta atención a la cámara, pero no al debate. Os dejo el link, ya me diréis que os parece (http://www.telemadrid.es/semana-de-la-ciencia/Dialogos-Cientificos-Investigando-Covid-19-diferentes-2-2285791404--20201111010000.html). 
Os quiero, 
Ed.

4 comentarios:

Rodolfo de la Fuente dijo...

Excelente artículo, Eduardo.

Jose Mateos dijo...

Impecable artículo.No solamente se trata de saber leer y escribir con exquisita corrección y respeto por la Lengua.Se trata de dar un paso más hacia adelante y saber interpretar lo que está escrito delante de nuestros ojos y porbtanto lo que se lee, siempre con espíritu científico, con luz y bajo el prisma de la razón.No puedo estar más de acuerdo con las líneas que has escrito, Eduardo. Un atento saludo.

Unknown dijo...

Sobre Ramón y Cajal hubo hace muchos años una serie en TV y sobre Isabel Zendal se escribió un libro en gallego que leí hace un par de años, no recuerdo el título, pero sí, tiene usted razón, poca atención préstamos al hecho de que España y Cuba son dos países ricos en capital científico

Unknown dijo...

Paso los dias diciendole a mi hija que nunca se quede solo en leer los titulares,Que lea el articulo entero y que cuando halla acabado busque algo que confirme o desmienta lo que alli pone.que si quiere saber de ciencia que escuche a la ciencia. Ojala todas esas series llegaran a existir ojala el mundo fuera diferente