martes, 9 de agosto de 2011

Antes del Viernes y a la Memoria de Adriano

Por estos días, hace sesenta años, una belga afrancesada que pernoctaba por la Nueva Inglaterra de la no muy nueva Norteamérica, dio a luz a una criatura gestada durante diez años. La belga afrancesada no era otra que Marguerite Yourcenar y su criatura llevaba por nombre Adriano, o más bien unas memorias simuladas que han llenado las noches y los días de varias generaciones de lectores. "Memorias de Adriano" entra en la adultez avanzada y sigue seduciendo adolescentes y mayores. Nunca antes y nunca después una biografía en forma epistolar desdibujó, con tamaña destreza, la pluma que la concibió. La Yourcenar logró el milagro de hacerse invisible tras las palabras que un Adriano en su vejez dedicaba al joven Marco. Mientras tanto, el libro se perfilaba como un compendio de sabiduría que no se impone, pero si nos penetra con la suavidad de un concepto armónico que se desliza entre las neuronas.
Cuentan que varias versiones vieron la luz de la lumbre y nunca los ojos de un editor, por contar dicen que la pareja de Marguerite, una americana de rasgos duros, dejaba notas visibles, llamando la atención de la escritora sobre "algo" en la vida de Adriano en lo que no había reparado. Una noche de invierno un tren tuvo que detenerse, por aquello de la nieve por todas partes, y la escritora escribió cien páginas que luego redujo a una, en la estación que le dio calor. Otro día, en medio de la locura que supone un bloqueo, la belga enterró el proyecto y juró no retomarlo jamás. Y así, durante una década, se forjó el libro de los libros.
Lleno de frases como: "La vida me aclaró los libros" o definiciones portentosas que nos explica como el deseo se transforma en amor, aseverando que "…es lo bastante bello como para consagrarle parte de mi vida", este libro imprescindible tuvo además el mejor de los traductores a nuestra lengua: Julio Cortázar. Hay quienes dicen que al leerlo en español no pierde… algunos van más allá y afirman que gana. Cierto o no, las Memorias del Emperador que se enamoró de Antinoo ha encontrado su sitio entre los grandes textos de la humanidad. Y para siempre quedará aquel momento en el que "los dioses no estaban y Cristo aún estaba por llegar… ese momento único en el que el hombre estuvo solo" y supo andar sin las muletas de la religión, pensando por sí mismo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso Ed, precioso.

Anónimo dijo...

Creo que si yo escribiera un libro como ese, me suicidaría al día siguiente de su publicación. No necesitaría hacer nada más en la vida...
Yoss

Anónimo dijo...

Yoss, ten cuidado que todo es posible. Ed, vamos a ver... tú naciste antes que todos o qué? Si es que no me extraña que nos traigas de cabeza a tod@s. En fin, preciosa entrada de no viernes al viernes y, a ver si lo leo porque me lo dejas muy claro, es un imprescindible. No sé si sabes que soy Pupy.

Emanuela dijo...

bonitas anecdotas, bonitas palabras para un libro maravilloso. me has dado las ganas de releerlo en la traduccion de cortazar!

Dario Zeruto dijo...

GRACIAS!!!!!!!!!