Hace muchos años conté en un Viernes mi experiencia al comprar una única entrada para el cine. Era sábado por la tarde y dos veces tuve que especificar que sólo quería una, la taquillera no daba crédito a mi requerimiento. Ir al cine sin acompañante era una costumbre que, a pocos, fui arrinconando. El placer de compartir experiencias ganó terreno y se instaura como norma. Algo parecido ocurre con el momento de alimentarse. Es extraño ver a una persona compartir mesa con su soledad. Cuesta una barbaridad prepararse un buen plato si será degustado por un único paladar, el nuestro. Aceptar que, en realidad, somos el primer número primo no aparece en las listas de buenos propósitos para el año nuevo.
Ahora llega diciembre, el frío mes que siempre me ha congelado la médula. Entre mis costumbres ancestrales no figura la celebración de cenas navideñas en familia. En mi Jovellanos natal la tradición era regresar de la ciudad para saborear un arroz congrí y algo de carne con mis padres el último día de diciembre. Luego tocaba esperar el cambio de año charlando con amigos sobre planes muy futuros en palacios distantes. Sin embargo, más de un cuarto de siglo por estos lares me ha grabado a fuego la necesidad de una cena especial el 24, algún regalo el 25 y las uvas el 31. Algo realmente difícil cuando volvemos a proyectarnos como el primer número primo: uno. Con muchas canas y varias heridas llego al final de este 2021; el 2022 lo andaré con más ausencias de las esperadas, pero “no habrá mal que por bien no venga” decía mi madre. Tendré más tiempo para dedicarlo a lo importante.
Os quiero,
Ed.
1 comentario:
Un número primo es un único número que sólo tiene dos divisores, así que no se encuentra solo. Quizás costará encontrar al número primo afín, pero mientras, la vida habrá que vivirla intensamente con la materia prima de los números primos.
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