domingo, 24 de junio de 2018

Viernes... algo de azúcar entre tanta cal

Hola a tod@s! 
Aparentemente la semana sería serena, alguna reunión incongruente, con algunas personas incongruentes y poco más. Pero la serenidad es un privilegio que se vende caro. La reunión incongruente terminó y apareció un premio, el premio pasó y surgió una lista, la lista llegó y tuve un encuentro… y así hasta el infinito multiplicado por dos. “Todos son parabienes”, diréis. Y razón no os falta, mas lo rosales son espinosos y el camino lleno de sillas y piedras está. 
Es reconfortante recibir un premio, mucho más cuando no lo esperas y viene de un ámbito casi prohibido. Soy científico, entonces de acuerdo al consenso general aquello de escribir no es cosa para mí. Pero la polimatía existe y no quiere decir galimatías. Esto es algo contra lo que he tenido que luchar casi todos mis días: “eres físico nuclear, por qué estudias el cáncer y las infecciones”, “eres extranjero, no entiendes los giros del castellano”, “eres joven o lo aparentas, no puedes dirigir”, “por qué escribes sobre danza o cine, si lo tuyo son las ciencias”… en fin, el mar y la infinitud. Mas esto no viene de ahora, cuando vivía en la Isla Metafórica, léase Cuba, aquello de haber nacido en un pueblo alejado de la luces capitalinas me sembraba, según la lógica cenutria, en el polvo colorado que me vio crecer. De nada servirían estudios de núcleos y partículas, si en el campo naciste… la tierra es tu sitio. ¡Error! Nadie contó con mi empecinamiento. 
Pero volvamos al principio, la semana se mostraba tranquila y llegó un premio. El grupo editorial Sanitaria 2000 decide darme el Reflexiones de este año y, en consecuencia, mi red se inundó con felicitaciones y merecimientos. La semana siguió su curso y el sábado despertó con mi nombre en la lista que cada año el diario El Mundo publica con los cincuenta homosexuales más influyentes de España. De nuevo me llegan mensajes por todas partes con más felicitaciones y otros merecimientos. Es entonces que mi vida parece una celebración constante, una película americana con actores que reciben “Oscars” y “Golden Globes”. Siento decepcionar, no es así. Mientras recibía el Reflexiones, un investigador cuestionaba la evaluación recibida por un comité externo y me culpaba de su desgracia. Cuando mi Facebook se desbordaba con felicitaciones por ser referente para homosexuales, un número importante de whatsapps cruzaban el ciberespacio con diferentes combinaciones de las palabras “Eduardo”, “maricón”, “eliminarlo”, “hay”, “que”. Unos días antes de casarme, varios “progres” de mi instituto se mofaban del enlace y una de ellas intentó, sin éxito, llevarme a los tribunales por un supuesto, nunca probado debido a su inexistencia, abuso de poder verbal de mi parte. Y la lista continúa… pero mi sentido común me dice que no merece la pena. Detrás de cada éxito hay un camino, por lo general tortuoso, lleno de sillas que buscan tu desaliento y piedras que entorpecen el andar. Algún día caeré, es humano, lógico y natural. 
Os quiero, 
Ed.

sábado, 16 de junio de 2018

Viernes... de sábado por la mañana

Hola a tod@s! 
Es humano aquello de trascender y a veces, en el empeño, perdemos la oportunidad de realmente hacer algo trascendente o lo que puede ser peor aún… de vivir. Por estos días mi país adoptivo se estremece entre la pérdida y ganancia de poder, mas no es cuestión local esto que describo. Una parte de los habitantes del planeta viven pendientes de cuántos seguidores tienen, cuántos los han abandonado y cómo hacer para ganar otro puñado de “fieles” mientras retienen a los actuales. Pero siendo justos, debemos mencionar a la otra parte, quizá mayor, que vive ajena de este ajetreo humano, probablemente por no tener acceso, o una total desidia. Y todo esto ocurre mientras la Tierra da síntomas de agotamiento, un puñado de habitantes crean obras geniales, otro conjunto pequeño intenta romper moldes y cinco acumulan y acumulan. Quizá pensemos que es la fotografía de hoy, mas tiempos pasados no fueron distintos. Cambiando la guerra virtual por una más física, y la ganancia de seguidores en una red intangible por adeptos a una doctrina, ideología… el escenario, en esencia, ha sido el mismo. Visto desde afuera, con la lejanía que permite la mañana de un sábado tranquilo y una estancia en silencio, sólo me asalta la pregunta: ¿Cómo hemos logrado seguir? 
De cualquier manera, la suerte de vivir en Europa, alejados de polvorines y con la asepsia del siglo 21, crea una burbuja de aire limpio que propicia aquello de encontrar la vía para superar las barreras, humanas, de la creación y finalmente, trascender. Sin embargo, durante estas últimas semanas también me he preguntado si esto de dar a conocer tu yo vertiendo opiniones y evidencias gráficas a la red es, al final, una perdida de tiempo que nos aleja del propio empeño que nos hace luchar por la perpetuación. La urgencia que nos lleva a procesar miles de “virus” de información, evidentemente, trunca la profundidad que merece cada análisis. Si esto lo unimos al ingente número de aplicaciones que nos sitúa a varios años luz de la base del conocimiento, no me cabe dudas de que llegará el día en que no sabremos resolver una ecuación de segundo grado. El gran Hawking decía que su enfermedad lo había apartado de pertenecer a muchos estúpidos comités, comisiones y otras agrupaciones humanas, añadía que ese precioso tiempo lo había invertido en pensar… hoy yace en Westminster, entre Newton y Darwin, a pesar de su profundo ateísmo. Otra inmensa, Irene Curie, una vez elegida secretaria de estado de ciencias se levantaba de las reuniones, sin dar ninguna explicación, cuando le parecía que la relevancia estaba ausente. Ella, junto a su marido, descubrió la radiactividad artificial y ganó un Nobel por ello… yo, mientras escribía este pobre texto, he interrumpido el proceso “creativo” una docena de veces para consultar en mi móvil si alguien ha dado “like” a mi último estado o si un mensaje enviado había sido leído por su destinatario… es evidente que de esta manera no llegaré a ningún puerto deseado, no escribiré algo interesante, no responderé las preguntas que me intrigan… no haré nada que me haga trascender. 
Os quiero,
Ed.