sábado, 24 de octubre de 2020

...grandes mentes dejad de hacer la pelota a los mediocres.

Hola a tod@s! 
Llego tarde a la cita de los viernes, mas aquí va mi texto parido una semana que he preferido frenar, un descanso mínimo para recuperar energías. Seguimos por Madrid, en el medio de España, a un costado de Europa, geográficamente por encima de África… y todo eso cuenta. 
Continuamos viviendo unas circunstancias especiales donde más que nunca “las grandes mentes pueden cambiar el mundo, romper la inercia, pero las grandes mentes están entretenidas haciéndole la pelota a los mediocres…” y son estos últimos quienes pilotan las naves, no sabemos hacia qué confín. 

En mis años universitarios, cuando un terremoto de trabajos, seminarios y exámenes me aplastaba… huía al cine. En mis múltiples exilios, físicos y nostálgicos, cuando el mundo amenazaba con exprimirme… escapa al cine. Siempre el cine me ha servido de refugio. Una sala oscura con pantalla enorme y desconocidos alrededor re-conecta mis neuronas y calma el alma… cosas, en apariencia, distintas que quizá tengan mucho que ver. Pero la pandemia lo ha complicado todo, las salas estuvieron cerradas y el miedo a la vuelta impregna demasiado hondo. No obstante, he vuelto… a pocos me he ido acercando con la timidez de un impúber, acompañado del recelo y la aprensión. Allí, en una sala oscura y rodeado de anónimos enmascarados, me reencontré con el maestro de la pantalla, el mago de los colores… aquel que me hizo conocer Madrid desde el Caribe y hablo de Almodóvar. Estuve 30 minutos absorbiendo su Voz Humana, en inglés, con Tilda Swinton, como si en un teatro estuviera. Un poema visual lleno de detalles que merecen más de una visita. Un monólogo actualizado que empodera a la mujer sin quitarle su esencia, sin restarle el dolor de la pérdida, sin banderas ni tinieblas. De la sala oscura salí rejuvenecido, recordando todos los festivales de cines habaneros, todas películas vistas en San Sebastián, cada una de las veces que una gran pantalla salvó mi día. Vuelvo al ruedo, hay que seguir luchando para que el virus no nos aplaste. Como especie hemos creado maravillas y debemos perpetuarlas. 
¡Grandes mentes que pueden cambiar el mundo y romper la inercia, dejad de hacer la pelota a los mediocres! No se puede permitir que sigan pilotando las naves en las que vamos tod@s. 
Os quiero, 
Ed.

viernes, 16 de octubre de 2020

Viernes... de esa espera.

Hola a tod@s! 
Ya es viernes… debería decir ya se acaba el viernes, al menos en esta parte del mundo. Por Europa la noche cae y el ritmo baja. Empieza un fin de semana, otro más en el que los planes no van más allá de un paseo corto y en la ciudad donde se vive. La COVID19 nos mantiene en un estado vigía y contención eterna. Algo que en España se ha convertido en la espera de una solución que caerá desde un cielo prometido donde se habla otro idioma, no importa cual, pero nunca el español. 
Ya pasaron aquellos meses de terror en el que los hospitales de Madrid recibían ambulancias con pacientes graves cada pocos minutos. Lejos parece la incertidumbre sanitaria de tener que elegir a quien atender, a quien conectar a un respirador, a quien tomar la mano para que no muera en la más fría soledad. Pero, el virus sigue allí fuera y no tenemos vacunas, ni cura. 
El sitio donde vivo, una ciudad preciosa, ha sido sacudida por la pandemia. Aquí hemos visto el virus de cerca, nos ha rozado, lo hemos tocado, se ha respirado en mil ambientes. En mi laboratorio se guardan cientos de muestras valiosas de otros tantos pacientes, algunos, diría demasiados, ya no están. Mi email está empachado de mensajes provenientes de científicos que me piden las preciosas muestras tomadas de los pacientes que sufrieron e incluso siguen sufriendo la caprichosa enfermedad del año. Ellos, mis colegas del mundo, tienen los bolsillos llenos de recursos para estudiar esas muestras, exprimirlas, vaciar sus misterios y encontrar soluciones que se convertirán, en un futuro próximo, en medicamentos, metodologías… las respuestas necesarias que España espera que caigan desde ese cielo en el que nunca se habla español. 
Os quiero, Ed.

viernes, 9 de octubre de 2020

Viernes de vuelta y Nobels.

Hola a tod@s! 
Desde finales del siglo pasado solía escribir todos los viernes un texto a mis amigos dispersos por el mundo. Al principio era un email que paría el último día oficialmente laborable de la semana, con el objetivo de contar algo sobre el sitio donde vivía, mis descubrimientos de cualquier tipo y, dependiendo del tono, transmitir el estado de ánimo por el que atravesaba. Luego, la tecnología y un amigo me hicieron mudar el email a un blog. Más tarde, ese blog aparecía en las redes sociales y el texto, que seguía generando para mis amigos dispersos por el mundo, comenzó a ser leído por futuros amigos y otros seguidores. 


Hace mucho tiempo que no escribo mis Viernes, lo urgente va quitando peso a lo importante. Pero hoy he decidido retomarlo. Además, lo hago con el clásico que cada año escribía a raíz de la semana Nobel.

Haciendo como si la semana pasada hubiese escrito… comienzo: La semana empezó con un lunes habitual de espera. La reunión online con mi grupo, los ajustes de experimentos, el análisis de datos y la discusión habitual se alternaban con visitas y re-visitas a la página oficial del Comité Nobel. Era el día indicado para anunciar el premio de Medicina y Fisiología. Desde España (país con sólo 8 Nobel y de ellos 2 en ciencias), se esperaba que algún día, no lejano, el altar sueco le hiciera un hueco a la técnica CRISPR y con ella a un nuevo español, su descubridor, Francis Mojica. Esta vez tampoco fue así. El llamado corta y pega genético que nació de una observación española no se mencionó. Los agraciados fueron tres de los descubridores del virus causante de la hepatitis C. Los nombres de Harvey J. Alter, Michael Houghton y Charles M. Rice ya se han grabado en la historia borrando, injustamente, la contribución de muchos otros. Con algo de resignación algunos dijimos: el miércoles hay otra oportunidad. El hecho de que CRISPR es una técnica la hace también candidata a optar al Nobel de Química. Había que esperar. El martes llegaba el anuncio del premio de Física y con él una sorpresa. Otra vez la Academia Sueca se decide por un tema relacionado con Astrofísica, curioso. Los investigadores Roger Penrose, Reinhard Genzel y Andrea Ghez fueron los merecedores de la medalla. El primero por descubrir que la formación de los agujeros negros es una predicción robusta de la teoría general de la relatividad. Mientras que Genzel y Ghez lo ganan por el descubrimiento de un objeto compacto supermasivo en el centro de nuestra galaxia. De lo más comentado este día fue la presencia de Andrea Ghez entre los premiados. Ella se convierte en la cuarta mujer en recibir un Nobel de Física, algo que no debería ser noticia, pero la exagerada masculinidad de estas medallas lo ha provocado. Entonces llega el miércoles y he de reconocer que estuve algo despistado. El proyecto que llevo sobre la Covid-19 y otro trabajo a punto de enviar a publicar sobre mi teoría de la fusión en metástasis me entretuvieron hasta que, de pronto, en una de esas visitas compulsivas que hacemos a alguna red social vi una foto que me pareció un error visual: la caricatura de Emmanuelle Charpientier y Jennifer Doudna como únicas ganadoras del Nobel de Química por la tecnología CRISPR. Tuve que mirar fijamente durante segundos para dar crédito a la información visual. Sin dudas ambas científicas son merecedoras del reconocimiento, pero sin Mojica CRISPR no hubiese existido. Además, sólo dos premiadas cuando lo habitual es una terna. A raíz de ello, llovieron las reacciones más diversas. La CRIPación fue mayúscula de hecho, así titulé una editorial que publiqué en un periódico “CRISPación por un Nobel olvidado”. El enfado fue brutal y poco a poco se tuvo que convertir en resignación. Muchas son las conjeturas, lo cierto es que la oportunidad más segura de Nobel para el patio… se ha perdido y aquí a las “autoridades” ni se le ha movido el pelo. El jueves amaneció y las quinielas para el Nobel de Literatura se encendieron en la red. ¿Murakami? No, esta vez se ha ido a Estados Unidos y a las manos de una señora de la poesía. La misma que una noche de invierno cerrado en aquel Providence solitario me hizo sentir acompañado, hablo de Louise Glück. Varias veces, demasiadas quizá, el Nobel de Literatura ha ido a parar a un escritor ignoto para mí. Pero esta vez no ha sido así. Sus poemas, siempre en inglés, se me pegaron cual lapa cuando pernoctaba por Brown University hace mucho tiempo ya. Para finalizar, llegó el viernes… ese día deseado por tantos y señalado para anunciar el mil veces controvertido Nobel de La Paz. Tengo que decir que cuento entre mis amigos una persona que ostenta este reconocimiento, tengo que decir también, que nuestra amistad comenzó por una discusión, educada, pero discusión al fin debido a una conferencia que debíamos impartir entre los dos… me reservo su nombre. Este año el Programa Mundial de Alimentos se alzó con el galardón y yo aplaudo la decisión. Habría sido gracioso escuchar los gritos si la ganadora hubiese sido Greta. Tan sólo queda el premio de Economía que se anunciará el lunes… veremos. 
… sí, sigo en Madrid. Una ciudad atacada por ese virus que ha fastidiado el 2020, sitio donde la congruencia pasea con displicencia, lugar bello en tiempos malos. 

Os quiero, Ed.