Hola a tod@s!
Ya he perdido la cuenta, no sé cuándo fue la última vez que escribí un Viernes. La presentación de mi libro me saturó, los viajes que vinieron después me colmaron, las aberraciones políticas me bloquearon… pero las imbecilidades escuchadas y leídas ayer 28 de junio me dieron una bofetada de realidad y aquí estoy, no un viernes pero sí un sábado temprano, escribiendo mi correspondiente Viernes.
Quizá sea por la cercanía al medio siglo o el hartazgo digital pero hay ocasiones, cada vez más frecuentes he de admitir, que me asalta un deseo fortísimo de decir: ¡a la mierda, no voy a mover un sólo dedo para intentar explicar, mejorar, hacer entender y un largo etcétera! Pero entonces me vienen a la mente personas decidiendo que no es necesario seguir pensando porque ya se escribió El Quijote y se descubrió América. Se me aparecen otras organizando gobiernos futuros llenos de juristas que deciden eliminar el ministerio de Ciencia por ser innecesario para “las cuatro cosas que hacen funcionar un país”. Y leo, escucho, proceso opiniones, sentencias varias en el mundo de internet, donde sabios populares dictaminan, escuecen y retuercen pescuezos ilustres. Entonces, vuelvo al redil.
Estas semanas, casi meses, han estado marcada por eso que llamo “mi libro”, una realidad de 156 páginas que me hizo sufrir un proceso de creación acelerado, y también un cúmulo de alegrías, sorpresas y exposición. Todo empezó con una presentación en la Casa del Libro de Gran Vía, templo adorado de casi todo lector. Fue emocionante ver a tantas personas queriendo escuchar y preguntar. Luego vinieron días de radio, alguna tele y mucha prensa escrita. Una vez mi libro estuvo entre los 100 más vendido de toda España y otra y otra más… amig@s, fue delicioso. En un momento dejé de consultar Amazon y visitar las librerías para comprobar que continua en un lugar destacado, mas no dejé de leer la opinión de los lectores. Temía la crítica condescendiente o, quizá peor, el silencio de quien no quiere decir lo que piensa. Pero esto, no ocurrió. Amigos críticos, diría hipercríticos, de aquí y allá, coincidieron en parabienes. Desconocidos me escribieron odas electrónicas, conocidos virtuales me siguieron en otras presentaciones para pedirme la firma… Entonces llegó lo que temía: la opinión de los pacientes, de aquellas personas que están sufriendo… he recibido centenares de ¡gracias! Y eso, es impagable.
La vida avanzó, mientras España se llenaba de votaciones, me fui a Santiago, Coruña, Canarias… otra vez Tenerife. En Coruña di una charla “Nauka” que fue una experiencia llena de adrenalina. En Santiago, Pepe Castillo me hizo preguntas filosóficas mientras presentaba mi libro y en Tenerife entregué el Alan Turing a ese escritor de futuro brillante que se llama Javier Cid. Pero hago un alto para contar algo gracioso… como dice una amiga: “cuidado que los sueños se hacen realidad”. En la fiesta que coronó la gala de los premios andaba yo, medio despistado, buscando a mi esposo cuando vi a un grupo de personas que venían a mi encuentro. La reacción primera fue esquivarlos, mas me percaté que requerían mi atención o la de alguien que tendría a mis espaldas, me giré y sólo encontré el vacío llenado por la noche tinerfeña… ya era tarde, no podía apartarme más. Entonces uno de ellos me extendió su móvil en un claro reclamo y diciendo: “por favor (algo que no entendí) una foto”. Respondí con un “si” solícito mientras arrebataba el móvil de su mano y me disponía a encuadrar en la pantalla aquel grupo de personas para inmortalizar su momento. Pero algo ocurría, a través del móvil sólo vi caras desconcertadas mientras el dueño del teléfono se apresuraba a aclararme el malentendido… “queremos una foto contigo”. Fue entonces que, entre risas, me hice una decena de selfies con ellos. Siempre recuerdo aquella película donde una escritora novel entra a un sitio, todo el mundo aplaude mientras ella se gira buscando a quien aplaudían… no sueñes, ya sabes.
Pero no todo reluce, en el laboratorio seguimos luchando por hacer público una nueva forma de parar la sepsis. Las revistas clínicas nos dicen que son datos demasiado mecanísticos, y las básicas califica el trabajo de extremadamente clínico. En laboratorio, también, seguimos luchando por no tener que hundirnos en un mar de papeles para comprar un mísero reactivo de 20 euros. En el laboratorio seguimos sin entender por qué la ciencia, a pesar de lo que digan, no importa un bledo. Y si vamos a la calle, Madrid, otrora refugio de diversidad, se pinta con un verde vomitivo en la búsqueda de la “libertad” que significa eliminar, a golpe de leyes, las verdaderas libertades conseguidas. Es entonces que algo me preocupa, aún más. La propia división que está experimentando el colectivo LGTB+. ¿No está claro que la mejor estrategia es escindir? Divides y vencerás. Hoy no puede importar si tu ideología está cercana o lejana de la izquierda, la derecha o el cacareado centro que cada vez más diluido. No, lo primero es la dignidad de ser una persona y que se te reconozca en toda extensión de la palabra. No dejemos que el discurso eléctrico nos confunda… somos pocos, es una realidad, pueden acabar con nosotros, no sería la primera vez… ¿Lo vas a permitir? Es probable que eso de estar a punto de completar mi vuelta número 50 alrededor del Sol me haga ver las realidades desde otra perspectiva. Si una cosa tengo clara es que, a la hora de la verdad, los únicos que van a dar la cara por el colectivo seremos nosotros mismos. El resto pensará que no es para tanto… como otra mil veces.
Os quiero,
Ed.
1 comentario:
Ya era hora.
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