Hola a tod@s!
A estas alturas del último día laboral de la semana pensé que en mi Viernes hablaría del presidente electo de los Estados Unidos. Mas erré, lo reconozco, no pasa nada por admitirlo. ¿Entendéis por qué sería difícil convertirme en político?
Increíblemente el sistema americano es, en esencia, kafkiano. El recuento de los votos puede tardar una semana o algo más. Con la lentitud de una jicotea y las prisas de una babosa, los escaños van sumándose como si tuvieran la intención de avivar fuegos cruzados. Lo peor es que lo está logrando. Al mundo se van transmitiendo imágenes de simpatizantes enfrentados, personas armadas y manifestaciones violentas. Cuesta pensar que detrás de ellas está una democracia sólida capaz de gestionar la enorme diversidad de credos, culturas y razas que conviven en aquel país. En realidad, mi pensamiento racional me llevaba a creer que Trump sufriría una defenestración brutal. Me resulta casi absurdo que un negacionista de la ciencia, con marcados tintes de ególatra y supremacista, tuviera una segunda oportunidad para dirigir cualquier gobierno. Pero parece que la racionalidad no es una característica muy humana. Con algo de ingenuidad hace poco subí a las redes una foto antigua con mi esposo, ambos estábamos recién despiertos y relajados, añadí como comentario: “… tomada cuando no existía la COVID-19 ni Trump”.
Inmediatamente, una tropa de seguidores me bajó de el altar científico, donde otrora ellos mismos me habían colocado, para educarme en las fantásticas curvas económicas y proliferación del empleo logradas por el aún presidente estadounidense. Todo sazonado con las consabidas bendiciones porque no hay manera humana de hacer entender que a los ateos eso que nos den bendiciones no nos agrada en demasía. De nada sirvió preguntar: ¿qué sucederá con la economía boyante y el empleo a rebosar cuando se nos venga encima la crisis ecológica que acecha en la esquina y negada por Trump? Tampoco se entendió que el discurso de desprecio hacia el diferente no es apropiado para quien preside una nación. Evité hablar sobre las burlas hacia la ciencia y los científicos porque de eso voy servidísimo. Suelo mirar un poco más allá del hoy y ahora… quizá por eso me llaman científico. Nunca negaré la importancia de una economía robusta, pero eso se puede lograr desde la solidez del conocimiento. Parece que habrá un cambio, la Casa Blanca probablemente tenga nuevo inquilino. Tocará recomponer una sociedad divida en dos. ¿Tendrá Kamala Harris el papel que se le va asignando?
Inmediatamente, una tropa de seguidores me bajó de el altar científico, donde otrora ellos mismos me habían colocado, para educarme en las fantásticas curvas económicas y proliferación del empleo logradas por el aún presidente estadounidense. Todo sazonado con las consabidas bendiciones porque no hay manera humana de hacer entender que a los ateos eso que nos den bendiciones no nos agrada en demasía. De nada sirvió preguntar: ¿qué sucederá con la economía boyante y el empleo a rebosar cuando se nos venga encima la crisis ecológica que acecha en la esquina y negada por Trump? Tampoco se entendió que el discurso de desprecio hacia el diferente no es apropiado para quien preside una nación. Evité hablar sobre las burlas hacia la ciencia y los científicos porque de eso voy servidísimo. Suelo mirar un poco más allá del hoy y ahora… quizá por eso me llaman científico. Nunca negaré la importancia de una economía robusta, pero eso se puede lograr desde la solidez del conocimiento. Parece que habrá un cambio, la Casa Blanca probablemente tenga nuevo inquilino. Tocará recomponer una sociedad divida en dos. ¿Tendrá Kamala Harris el papel que se le va asignando?
Os quiero,
Ed.
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