viernes, 4 de enero de 2019

Viernes... el primero en mucho tiempo

Hola a tod@s!
No escribo un Viernes desde hace unos cuantos, tampoco es que lo hayáis echado en falta por lo que no será necesario justificar la ausencia. En realidad no hubo desgana de final de año, ni excesos de celebraciones. En cambio, sí tuve un par de meses de muchos viajes, varias conferencias y alguna fecha límite para la entrega de compromisos literarios. Pero como alguien sabio dijo: “esto también pasará”. Y aquí estoy, una vez más, vertiendo palabras que forman ideas, sin la intención de influir pero con el objetivo de fluir. 
El 2018 se cerró con el alboroto de los extremos, por España la ultraderecha se organiza y en Brasil simplemente gobierna… no nos bastaba con Trump, los humanos aprendemos a empujones y a veces se nos olvida el último atropello. Luego vienen miles de analistas justificando el despropósito. Por cierto, no sé en el resto del mundo pero por la Madre Patria se nos da de maravilla aquello de analizar, a toro pasado, el porqué de las cosas. Al haber nacido y crecido en una sociedad que estaba instalada en un extremo tengo grabado con fuego que irnos hacia esos confines nos hace retroceder. Va siendo hora que la humanidad aprenda de aquellos tiempos oscuros en los que abrazar una lejanía provocó el estancamiento. Mas esto parece ser difícil, no digo que imposible. La democracia es de lo mejor que hemos inventado y de ella pueden surgir el mal y el bien. Sé que muchos se preguntan si es posible moldear los límites de la democracia, evitar que esta maravilla se use para eliminar derechos, sufragar guerras y ponderar sectores de la población. Seguro que es posible, pero ¿quién se atreve a dar el primer grito de atención? Y por otra parte, ¿cómo quedan representados ese sector de la población que quiere a homosexuales en el armario, niñas vestidas de rosa, niños de azul y todos en una sola misa? Quizá la solución está en una educación esmerada que apuntale un principio fundamental: el derecho ajeno no pone límites al tuyo. Es difícil de entender cuando el universo está reducido a la épsilon-vecindad del ombligo propio, con una épsilon que tiende cero. Y pongo un ejemplo, soy ateo… no es una noticia, lo digo a los cuatro vientos. Sin embargo, el no creer en un ser divino no me pide limitar el derecho al culto religioso de los católicos, judíos, hindúes, etc… siempre y cuando estos cultos no limiten mi libertad de no tener ninguno. Si UD quiere misa diaria, téngala, pero no me obligue a tenerla yo. Si UD se quiere casar con una persona del sexo contrario, hágalo, pero no me obligue a esconderme para amar a alguien de mi propio sexo. Si UD cree que un migrante le quita el trabajo postúlese para limpiar casas y trabajar la tierra de Sol a Sol… y así podríamos estar hasta el infinito. No es difícil entender que eliminar derechos sólo nos hace retroceder, que imponer modos únicos de proceder nos hace pobres y que libertad no significa atropellar al vecino. 
Os quiero,
Ed.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya era hora.

Anónimo dijo...

Palabras en libertad.

Fonseca dijo...

Hoy por coincidencias del universo entre en su blog Online perfecto para mi una cubana más emigrada y en los confines del mundo y disfrute mucho su reflexión . De verdad . Gracias .