Hola a tod@s!
Ya está encendido el fuego olímpico y ojalá no haya una sola guerra, ni un solo ataque, ojalá que, como en la antigüedad, todas las contiendas sean un juego. Mas me temo que será mucho pedir a nuestra especie. Pero hoy dejemos a un lado los reproches, hablemos de algo hermoso, hablemos de ciencia, de cine… ¿Acaso hay algo más bello que percatarse todos los días de la enorme plasticidad de la naturaleza y su gran economía de recursos? Por estos días en mi laboratorio nos dedicamos a disolver barreras, fronteras establecidas por el pensamiento compartimentado que nos lleva a creer que la naturaleza imita las debilidades del conocimiento. Aquello que explica un proceso de expansión tumoral, seguro que también está implicado en la proliferación bacteriana que se trastoca en sepsis tras una infección. ¿Por qué no?
La naturaleza no duplica, todo lo contrario, siempre intenta usar el mecanismo energéticamente más económico y mil veces “probado” en cualquier otro contexto. En la ciencia, y ojalá se tradujera a todos los momentos de la vida, se piensa en grande que no quiere decir buscar lo complejo. Por regla, la explicación de un fenómeno es la más sencilla de las hipótesis que se barajan. Un profesor, quizá uno de los mejores que tuve, me remarcó mientras corregía un error que cometí en un desarrollo matemático “… en matemáticas, como en cualquier ciencia, no puedes mecanizarte”. Yo lo grabé con fuego. Hoy no recuerdo el error que cometí en aquel ejercicio, pero sí el mensaje que me transmitió. Así lo intento cada día, frente a cada pregunta que trato de resolver. Por estos días y también en mi laboratorio, hemos hecho el camino contrario y aquello que tanto se cacarea en las nuevas terapias contra el cáncer puede que cobre protagonismo durante las infecciones bacterianas… continuará. Mientras tanto, y cuando la luz se apaga en el Lab, muchas han sido las veces que me he refugiado en la oscuridad de un cine. Manía esa mía que viene del siglo pasado, cuando aún vivía en la Isla de las Metáforas, las salas oscuras eran mi refugio anti nuclear, mi zona de confort. Frente a la pantalla grande muchas veces, debido a la falta de aire acondicionado, despojado de la camisa, camiseta o lo que cubriera el torso por aquel entonces, me defendía del ataque diario de eso que llaman vivir. En este siglo y con la suerte del aire frío, los cines siguen siendo aquel sitio donde la vida cobra otro sentido y la imagen me transporta lejos de donde estoy. Por estos días, no en el laboratorio,
pero sí en Madrid, el cine me vuelve acoger y quizá lo mejor visto ha sido “Correspondencia”, una historia imposible hace unos años que hoy se pinta de los colores que la hace una realidad probable. Es el amor, más allá de la propia existencia, entre un astrofísico y una de sus mejores alumnas. Melodramática, sensiblera y otras lindezas han sido los calificativos que le han asociado aquellos quienes el amor no ha tocado sus puertas… afortunadamente no estoy entre ellos.
Os quiero, Ed.
PD: Gracias Gabo por la edición desde la madrugada de la Isla Metafórica.
7 comentarios:
Genial Ed, genial.
hablar desde lo cotidiano es la mejor manera de reflexionar. En esto eres un maestro.
no dejes de escribir
original como mezclas cosas ideas
Correspondencia es un poema Ed. Estoy contigo.
Abrazo, Heriberto.
poetry! poet
Me estoy haciendo fan.
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